Qué hacer mientras tanto…

Primer domingo de Adviento

03 de diciembre, 2023

LECTURAS

– Isaías 63, 16c-17. 19c; 64, 2b-7: ¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses!

– Salmo 79. Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

– 1ª carta a los Corintios 1, 3-9: Aguardamos la manifestación de nuestro      Señor Jesucristo.

– Evangelio de Marcos 13, 33-37:

¡Andaos con cuidado, ahuyentad el sueño, que no sabéis cuándo va ser el momento! Es como un hombre que se marchó de su país: dejó su casa, dio a los siervos su autoridad -a cada uno su tarea- y en especial al  portero le mandó mantenerse despierto. Por tanto, manteneos despiertos, que no sabéis cuándo va a llegar el señor de la casa – si al oscurecer o a media noche o al canto del gallo o de mañana-, no sea que, al llegar de improviso, os encuentre dormidos. y lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: manteneos despiertos.

La Casa de la Roca. Explanada de las Mezquitas, Jerusalén.

Comentario 1º.

Dejemos de pensar en el fin del mundo y en la muerte para empezar a responsabilizamos del mundo y de la vida presentes. Y lo que tenga que llegar, cuando llegue, llegará. La cuestión no es saber cuándo, sino qué hacer mientras tanto.

ADVIENTO

Con el Adviento comienza este domingo un nuevo año litúrgico. La palabra adviento significa «venida». Es éste, pues, el tiempo en el que nos   preparamos para la venida del Señor, y esto en un doble sentido: un sentido más inmediato, más superficial (nos preparamos para la Navidad, para la fiesta en la que recordamos el nacimiento de Jesús de Nazaret), y un sentido más hondo, con una perspectiva más lejana (nos preparamos para otra venida que, cuando se produzca, significará nuestro encuentro definitivo con Jesús Mesías). Pero, y esto es importante destacarlo, en ambos casos se trata de una venida de Jesús y, por tanto, ninguno de ellos puede servir de pretexto para que huyamos de este mundo; en ningún caso nos podrá servir el Adviento para olvidarnos de los problemas de los hombres.

El evangelio de hoy nos habla de la venida de Jesús en ese sentido que decíamos más hondo.

«… EN LO REFERENTE AL DÍA AQUEL O A LA HORA…»

Marcos, el autor del evangelio de hoy, usa siempre la expresión «el día aquel» para referirse al día del triunfo de Jesús, consecuencia de su muerte, a la que se refiere con la expresión «la hora». Sin embargo, en el evangelio de hoy no se trata de «la hora» de Jesús, sino de la de sus seguidores. También a ellos les llegará su hora, es decir, el momento culminante y definitivo de su entrega al servicio de la causa de la liberación y de la felicidad de los seres humanos.

Ese momento podrá ser, como le sucedió a Jesús, ocasión de persecución, de sufrimiento y de muerte; pero terminará del mismo modo que acabó la hora de Jesús: en un día de triunfo, de vida definitiva en plenitud. Ahora bien, «en lo referente al día aquel o a la hora, nadie entiende, ni siquiera los ángeles del cielo ni el Hijo; únicamente el Padre», esto es, no hay que vivir preocupados por esa hora y ese día: de ese asunto entiende sólo el Padre, quien llegado el momento prestará a sus hijos la ayuda que sea menester. El peligro es dormirse mientras tanto en los laureles.

¡AHUYENTAD EL SUEÑO! ¡ MANTENEOS DESPIERTOS!

¡Andaos con cuidado ahuyentad el sueño, que no sabéis cuándo va a ser el momento!

Es éste un aviso para los que tenemos fe, para los que hemos puesto nuestra seguridad en Dios: sabemos que Dios es nuestro Padre y que nos quiere; sabemos que nuestra suerte está en sus manos; sabemos que Jesús, tras cuyos pasos vamos, ha vencido y que su triunfo anuncia y anticipa el nuestro… Podemos pensar que todo lo que nos queda que hacer es esperar que el encuentro definitivo se realice y centrar nuestra preocupación en el cuándo y en el cómo. Y dejarnos vencer por el sueño. Y que el día aquel nos encuentre dormidos, sin hacer nada. El evangelio pone una comparación para explicarnos cuál es nuestra situación presente: “Es como un hombre que se marchó de su país: dejó su casa, dio a los siervos su autoridad –a cada uno su tarea- y en especial al portero le mandó mantenerse despierto». Nosotros somos los siervos, -no siervos de Jesús, sino servidores de la humanidad; nosotros somos los que han elegido como su modo de vida el servicio a los seres humanos, servicio que se presta no a la fuerza, sino libremente y por amor- y se nos ha encomendado un trabajo que no debemos descuidar: continuar la tarea de Jesús.

ADVIENTO

El Adviento lo vivimos casi siempre como la preparación de la Navidad. Como preparación de una de las fiestas más universales y más alegres de las que celebramos. Llegada la Nochebuena festejaremos con alegría el nacimiento del Hijo de Dios, nos sentiremos conmovidos al contemplar la figura de un recién nacido que no tiene más cuna que un pesebre, nos emocionará saber que fueron unos pobres marginados, los pastores, los que primero conocieron la noticia del nacimiento de aquel niño y nos llenará de esperanza saber que el mensaje, que aquéllos recibieron de parte de Dios, anunciaba para esta tierra la tan escasa paz.

Pero no podemos olvidar que la Navidad está tan llena de sentido porque aquel cuyo nacimiento celebramos dedicó su vida a luchar para que aprendiéramos a vivir como hermanos y, en su hora, entregó esa vida para demostrar que en este mundo es posible el amor hasta la muerte y que sólo mediante un amor de esa calidad es posible un mundo en el que cada recién nacido tenga, al nacer, una cuna y, durante toda su vida, paz. Y no podemos olvidar que aquel que, con su entrega, se reveló como el Hijo de Dios, vive desde el día aquel, esperando de nosotros una entrega como la suya.

            ***Texto tomado del libro de Rafael J. García Avilés, Llamados a ser libres. No la ley sino el hombre. Ciclo B (Ediciones El Almendro, Córdoba). Reproducción con permiso de la editorial.

Comentario 2º, versículo a versículo (para un estudio más detenido del texto evangélico):

Mc 13,33 «¡Andaos con cuidado, ahuyentad el sueño, que no sabéis cuándo va ser el momento! Es como un hombre que se marchó de su país: dejó su casa, dio a los siervos su autoridad -a cada uno su tarea-»

En lo que toca a los discípulos empieza Jesús exhortándolos a evitar un peligro (Andaos con cuidado): no deben ceder al sueño, que equivale a renunciar a la actividad: el desconocimiento del momento de la prueba exige una continua vigilancia.

Jesús pone una analogía: un hombre que se marchó de su país, alusión a él mismo y a su muerte; su casa/hogar representa la nueva comunidad, compuesta de los dos grupos de seguidores, los discípulos, que proceden del judaísmo, y los otros, que no proceden de él; Jesús se separa de los suyos y les deja la responsabilidad de la misión entre los paganos, que ha de conocer gran desarrollo en la época siguiente a la destrucción de  Jerusalén; los siervos es una manera de indicar la misión de sus  seguidores, que deben estar dispuestos a rescatar a todos los que sufren la opresión de los gobernantes paganos; les da su autoridad (2,10: la del Hijo del hombre), el Espíritu, capacitándolos para borrar el pasado (2,5) y comunicar vida a los hombres; a cada uno su tarea, el servicio es responsabilidad de cada uno y se realiza según su modo personal.

v. 34 «y en especial al portero le mandó mantenerse despierto».

El portero está presentado como una figura individual, pero la  recomendación que se le hace, mantenerse despierto, se extiende inmediatamente al grupo de discípulos (v. 35: «manteneos  despiertos») y, más tarde, a todos los seguidores de Jesús (v. 37: «a todos»). Representa, pues, a todos «los siervos», asignándoles una función común en medio de la diversidad de tareas: todos han de estar dispuestos a abrir el mensaje de Jesús y las puertas de la nueva comunidad a los paganos.

El encargo al portero de  mantenerse despierto es el «mandamiento» que da Jesús a los suyos, como contradistinto del mandamiento de Moisés y de los mandamientos de Dios (10,18.19): Significa mantener un estado de  expectativa, estar dispuesto para la acción, sin echarse atrás ante la persecución ni incluso la muerte: «renegar de sí mismo, cargar con su cruz»).

La prontitud para la entrega por amor a la humanidad es el mandamiento de Jesús, que sustituye a los de la antigua alianza (12,29-31); formula la fidelidad a Jesús, siguiéndolo hasta el fin.

v. 35 «Por tanto, manteneos despiertos, que no sabéis cuándo va a llegar el señor de la casa -si al oscurecer o a media noche o al canto del gallo o de mañana

La expresión el señor de la casa está en paralelo con «el señor/dueño de la viña (12,9), que designaba a Dios en relación con Israel, y muestra la función divina de Jesús respecto a la nueva comunidad humana (2,19: «el Esposo»). La imagen de la viña/reino de Dios queda sustituida por la de casa-familia / reino de Dios y del Hombre-Jesús, que se va construyendo en un plano humano universal (casa-hogar), no étnico («casa de Israel») ni religioso-institucional (templo).

El señor de la casa va a llegar: será la llegada del Hijo del hombre (13,26), con su fuerza de vida, para reunir a los suyos que han llevado a cabo su tarea sin dejarse acobardar. Solamente los que estén despiertos, es decir, los que hayan mantenido viva esa disposición de entrega podrán encontrarse con él. La llegada se espera durante la noche, en uno de los cuatro espacios designados: al oscurecer, etc., nombres de las cuatro partes en que los romanos dividían el tiempo nocturno; nueva referencia a la misión universal (13,10; 14,9). Se alude así a la noche mesiánica, la del nuevo éxodo: la llegada del dueño de la casa significa la liberación  definitiva de los suyos, en correspondencia con la llegada del Hijo del hombre (13,26s). «El día» se va a revelar en medio de «la noche».

v. 36 … «no sea que, al llegar de improviso, os encuentre dormidos».

La llegada tendrá lugar de improviso, por sorpresa; no dejará tiempo para cambiar de actitud. Con esta expresión previene Jesús contra la  negligencia en la misión (estar dormidos), contra la dejación del seguimiento hasta el final (13,13). Si no ha habido esa entrega, la llegada para reunir a «sus elegidos» quedaría frustrada.

v. 37 «Y lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: manteneos despiertos».

El mandamiento, la disposición a la entrega, vale y es necesaria para todos los seguidores de Jesús, tanto para los discípulos, israelitas (vosotros) como para los no israelitas (todos). Señala la actitud interior que ha de orientar la vida y la actividad del cristiano.

            ***Texto tomado del libro de Juan Mateos y Fernando Camacho, Marcos. Texto y comentario (Ediciones El Almendro, Córdoba). Con el debido permiso de la editorial.


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