Domingo XXVI del Tiempo Ordinario
Primera lectura: Ezequiel 18, 25-28:
Cuando el malvado se convierte de la maldad, salva su propia vida.
Salmo 24: Recuerda, Señor, tu ternura.
Segunda Lectura: Carta a los filipenses 2, 1-11:
Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.
EVANGELIO
Mateo 21, 28-32:
Se arrepintió y fue. Los recaudadores y las prostitutas van por
delante de vosotros en el reino de Dios.
Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.
01 de octubre de 2023

A ver, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero diciéndole: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña». Le contestó: «No quiero»; pero después sintió remordimiento y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Este contestó: «Por supuesto, señor», pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad del padre? Contestaron ellos:-El primero.
Jesús les dijo:
-Os aseguro que los recaudadores y las prostitutas os llevan la delantera para entrar en el reino de Dios. Porque Juan os enseñó el camino para ser justos y no le creísteis; en cambio, los recaudadores y las prostitutas le creyeron. Pero vosotros, ni aun después de ver aquello habéis sentido remordimiento ni le habéis creído.
Del dicho al hecho…
Decir y hacer… Entre estos dos verbos hay un abismo. El proverbio castellano lo formula así: “Entre el dicho y el hecho hay gran trecho”. Es sonoro, pero suena fuerte con el sonido “ch” reiterado. En italiano suena más dulce y poético: “Entre el decir y el hacer está de por medio el mar” (Tra il dire e il fare c’è in mezzo il mare); el trecho se ha convertido en la inmensidad del mar. Los alemanes sustituyen el trecho o el mar por “un largo camino”: “De palabras a obras hay un largo camino” (Von Worten zu Werken ein weiter Weg). En inglés, el trecho pasa a ser un gran espacio: “De la palabra al hecho hay un gran espacio” (From word to deed is a great space). Más suave es el latín: hablar es fácil; dar, difícil (Loqui facile, praestari difficile). En griego clásico se usa un proverbio parecido, aplicado al discurso de los oradores en la asamblea de la polis: ”La asamblea de Grecia no necesita de palabras, sino de hechos”; en árabe, el proverbio rebosa de palabras: “La grandeza no depende enteramente de lo que se dice, porque doscientas palabras no equivalen ni a medio hecho (بزرگی سراسر بگفتار نیست/دو صد گفته چون نیم کردار نیست).
La distancia entre decir y hacer se expresa en nuestra lengua también de diversos modos: “cacarear y no poner huevo”; “la lengua larga es señal de mano escasa”; “más fácil es dar a la lengua que a las manos”; “no es lo mismo predicar que dar trigo”; “prometer y no cumplir / mil veces lo vi”; “quien mucho ofrece, poco da”; “obras son amores, que no buenas razones”… En todos los casos queda claro que una cosa es decir, y otra, hacer. Y más difícil todavía, la conjunción de las dos palabras mediante la “y”, quitando toda distancia entre ambas.
¿Hablar por hablar?
Hablar es práctica común en nuestro tiempo. Todo el mundo habla, discursea, echa peroratas inmensas, sentando cátedra sobre la vida y sus más diversas realidades: políticos, eclesiásticos, oradores de profesión, diputados, senadores, tertulianos…. Todos hablan y cada vez más, hasta el punto de que nuestra cultura sufre ya una grave inflación de palabras. A base de hablar y hablar estamos llegando a una situación curiosa: el lenguaje está a punto de convertirse en objeto de sí mismo: “se habla por hablar”. Con la palabra se juega como lo hacían los sofistas, con la finalidad de persuadir a sus interlocutores, aunque los argumentos fuesen falsos o falaces. Lo comprobamos a diario estos días en el mundo de la política: lo importante es tener en cada momento la palabra o la respuesta oportuna, la frase ocurrente con la que dejar callado al adversario; poco importa la verdad en estos tiempos de “posverdad”, como he dicho otras veces.
Con tanto hablar, las palabras se devalúan como el dinero. Los oyentes, destinatarios de tanta palabra vana, están perdiendo la fe en la eficacia de la misma. Muchos han caído en la eterna tentación humana, la palabrería, hasta el punto de que la población cree cada vez menos en los políticos, cuyas palabras, con frecuencia, se las lleva el viento, mostrando una especie de amnesia vital. Menos mal que están los periodistas para tirar de hemeroteca y hacerles ver que donde antes decían “digo”, ahora dicen “Diego”. La vieja expresión “palabra de hombre” o “un hombre de palabra” se decía de alguien que era de fiar y no te iba a defraudar porque cumplía lo que decía.
También en la Religión.
Me acuerdo ahora de los tiempos del reclinatorio en propiedad de la señora -rica, por lo general- de rosario en mano, rezado a ritmo de abanico y acompañamiento sonoro de pulseras y joyas: todo un símbolo de vana religiosidad. Quienes así frecuentaban el templo, haciendo de la religión pura palabrería, rezo y culto vacío, solían convivir a diario con la injusticia o con una moral clasista distante del Evangelio. La religión estaba de las puertas del templo para adentro; se medía por horas de rezo y culto.
Jesús y la “palabrería”
Jesús se cansó de tanta palabrería y dirigió la parábola de los dos hijos, que acabamos de leer, a los “habladores de la religión”, sacerdotes y senadores, que también lo eran de la política, pues religión y política iban de la mano por aquel entonces.
-Sumos sacerdotes y senadores
Con sus rezos y ritos, con sus celebraciones e inciensos, los observantes de la religión oficial judía pretendían encubrir su falta de fe en Dios y su vida de espaldas al prójimo. ¡Ay!, que lo que califica al hombre ante Dios no son sus hábitos devotos, su palabrería o rezaduría o su falta de religiosidad, sino la respuesta en la vida de cada día a la voluntad de Dios, amando de obra -y no sólo de palabra- al prójimo.
La parábola de Jesús iba dirigida a los sumos sacerdotes y a los senadores o presbíteros de Israel, la clase dirigente en lo religioso y en lo económico, enfrentada con Jesús:
“-Los senadores representaban a las familias de la aristocracia de Palestina, con frecuencia grandes terratenientes con muchos intereses que defender.
-Los sumos sacerdotes ocupaban el escalón más alto de la jerarquía religiosa y dirigían todo el funcionamiento del templo de Jerusalén, del que obtenían pingües beneficios. Los dos grupos, senadores y sumos sacerdotes, constituían el partido saduceo, y junto con los letrados, especialistas en Biblia, que diríamos hoy, que pertenecían en su mayoría al partido fariseo, formaban el Gran Consejo, el gobierno autónomo judío. Eran de ideología conservadora tanto en lo político como en lo religioso -en realidad tenían mucho que conservar-, se entendían bien con el Imperio romano invasor y no deseaban cambiar nada de una situación en la que gozaban de muchos privilegios. Y aunque, en realidad, no representaban a nadie, puesto que eran los romanos quienes les permitían seguir ocupando sus cargos -incluso los religiosos- y manteniendo la propiedad de sus tierras, se consideraban los más genuinos representantes del pueblo de Israel, del pueblo elegido de Dios”.
-Recaudadores y prostitutas
A estos sumos sacerdotes y senadores, junto con los letrados, les anuncia Jesús sorprendentemente que “recaudadores y prostitutas les llevarían la delantera para entrar en el reino de Dios”.
-Los recaudadores eran personas marginadas entre los judíos, pues cobraban los impuestos para los romanos. Tenían mala fama por dos razones: la primera porque colaboraban con el imperio invasor, cobrando los impuestos que luego le transferían; la segunda porque, con frecuencia, cobraban más de lo que estaba establecido y se quedaban con la diferencia. Nadie quería trato con ellos; todo buen judío los despreciaba.
-Las prostitutas, por su parte, como en todos sitios, eran consideradas lo más bajo de la sociedad por poner en venta su cuerpo a precio de jornal, probablemente, porque era el único salario que podían llevar a casa.
Bien es verdad que los recaudadores robaban, pero seguro que mucho menos que los salarios que los terratenientes dejaban de pagar a sus jornaleros; las prostitutas vendían su cuerpo por algunas monedas, pero seguro que muchas menos que las que los sacerdotes obtenían dando a cambio, decían ellos, el perdón -el amor- de Dios. En prostitutas y recaudadores se derramaba todo el desprecio del pueblo; los sumos sacerdotes y senadores, en cambio, eran la gente de orden, la gente respetable.
Recaudadores y prostitutas, aunque fueran judíos de raza, no eran considerados miembros del pueblo de Dios y, desde el punto de vista religioso, eran tratados como los renegados o los paganos.
La parábola de los dos hijos
La parábola de los dos hijos, dirigida a sumos sacerdotes y senadores, los retrata muy bien: Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero diciéndole: -Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. Le contestó: -No quiero; pero después tuvo remordimiento y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Este contestó: -Por supuesto, señor, pero no fue. Sumos sacerdotes y senadores representan al segundo hijo que dijo sí a su padre, pero que no hizo lo que su Padre le encargaba; como dirigentes, los sacerdotes y los senadores mantenían la apariencia de ser fieles a Dios, pero descuidaban su misión: la de cuidar al pueblo.
Los otros, recaudadores y prostitutas, tenían conciencia clara de que su modo de vivir no era en modo alguno edificante. Así, quienes no se atrevían ni siquiera a hablar en público; quienes, en el caso de hablar, no serían ni creídos ni escuchados, se pondrían por delante de los portavoces oficiales de la religión y de la política judías, sumos sacerdotes y senadores. ¿Por qué? Sencillamente porque hubo prostitutas y recaudadores que, viendo la veracidad del mensaje de Juan Bautista, se aprestaron a ponerlo en práctica, como afirma el evangelista Mateo.
Al final de la parábola Jesús pronuncia una frase lapidaria: “Os aseguro que los recaudadores y las prostitutas os llevan la delantera para entrar en el reino de Dios”. El mundo al revés: los primeros, últimos, y los últimos, primeros.
Postdata:
“Los recaudadores y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios”, dijo Jesús.
…
Escribo esta postdata hoy, 23 de Septiembre, tomando parte de un texto que aparece en una web que habla del Día Internacional contra la Explotación sexual y la trata de personas, esclavitud históricaque se ha cebado especialmente en mujeres y niñas. A nivel mundial, ascienden a 1,800.000 las víctimas de compraventa y explotación sexual, siendo mayoritaria la trata con fines sexuales de las que 9 de cada 10 son mujeres y niñas, la mayoría de ellas forzadas a la prostitución, de cuyas redes resulta muy complicado salir.
Son las mujeres y niñas también las más perjudicadas en conflictos bélicos, catástrofes naturales o éxodos migratorios. Así, la guerra en Ucrania está elevando los riesgos de trata para la población desplazada. Y es, desde los puntos más conflictivos actualmente, África, Medio Oriente (e Hispanoamérica), de donde procede la mayoría de las víctimas.
El cambio climático actual multiplica asimismo los riesgos de explotación. En 2021, 23,7 millones de personas se vieron desplazadas internamente por catástrofes naturales inducidas por el clima mientras que muchas otras cruzaron fronteras para escapar de la pobreza. Con frecuencia, la condición de personas migrantes y la discriminación racial se suman al hecho de ser mujer añadiendo grilletes a su esclavitud…
España es uno de los principales países de destino y tránsito de estas víctimas de trata en Europa. Las cifras de consumo de prostitución desvelan que un tercio de los hombres reconocen haber pagado dinero por mantener relaciones, según el CIS. Y cada vez son más jóvenes los que perpetúan este sistema de compraventa de personas, según el Informe Juventud en España 2020, el 10,6% de los jóvenes de entre 15 y 29 años reconoce haber pagado por sexo.
Actualmente, la capacidad camaleónica de la explotación sexual muta a nuevas maneras de consumo de personas como recoge la periodista Ana Martín Plaza en RTVE: “Internet ha propiciado también nuevas formas de prostitución y ha permitido la existencia de foros donde los hombres que pagan por sexo comentan y puntúan a las mujeres prostituidas o el local donde ejercen”.
Luchar contra la prostitución y la trata de mujeres entra de lleno en la Constitución Europea que defiende, ante todo, la dignidad del ser humano que, en el caso de la prostitución, se ve claramente pisoteada. El artículo 1-2 de esta constitución, titulado “Valores de la Unión”, se formula así: “La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres”.
Tender la mano a las mujeres y niñas, la mayor parte de las veces, forzadas a prostituirse es tarea no solo del creyente, como hizo Jesús de Nazaret, sino también del ciudadano de a pie y de la UE que proclama la dignidad de la persona como ideario de su existencia.
Nota:
Para este comentario he tomado párrafos de estas dos fuentes:
-Rafael J. García Avilés, “Llamados a ser libros. Ciclo A” (Ed. El Almendro, Córdoba 1989).
–23 de septiembre: Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas:
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