Domingo del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Primera lectura: Gén 14,18-20.
Salmo responsorial: Salmo 109.
Segunda lectura: 1Cor 11,23-26.
EVANGELIO
Lucas 9,11b-17
Repartir lo multiplicado
19 de junio de 2022
Comedor de la Fortaleza Cruzada de San Juan de Acre.
Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.
Al volver los enviados le contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Entonces se los llevó y se retiró con ellos aparte en dirección a una ciudad llamada Betsaida, pero las multitudes se dieron cuenta y lo siguieron. El las acogió, estuvo hablándoles del reinado de Dios y fue curando a los que lo necesitaban.
Caía la tarde y los Doce se le acercaron a decirle:
-Despide a la multitud, que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque esto es un descampado.
Él les contestó: -Dadles vosotros de comer.
Replicaron ellos: -¡Si no tenemos más que cinco panes y dos peces! A menos que vayamos nosotros a comprar de comer para todo este gentío.
Eran unos cinco mil hombres adultos.
Jesús dijo a sus discípulos:
-Decidles que se echen en grupos de cincuenta. Así lo hicieron, diciendo a todos que se echaran, y tomando él los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, los bendijo, los partió y se los dio a sus discípulos para que los sirvieran a la multitud. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras de los trozos: doce cestos.
Hoy, celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo, se lee en las iglesias el relato de la mal llamada “multiplicación de panes y peces”, pues la palabra “multiplicación” no aparece en él.
El milagro de la multiplicación de los bienes materiales
La sociedad de consumo nos tiene acostumbrados al milagro de la multiplicación de los bienes materiales. Hoy día se fabrica casi todo en serie, hay más alimentos que nunca, más riqueza, más desarrollo, más cultura… Sin embargo, y siendo esto muy necesario, creo que hace falta poner urgentemente en marcha otro milagro, aún mayor, más difícil de realizar como veremos.
Es cierto que nuestra sociedad capitalista y neoliberal realiza a diario la multiplicación de panes y peces en clave moderna; sin embargo, paradójicamente, cada día aumentan en la humanidad las carencias más radicales, la miseria más increíble, el subdesarrollo más inhumano, la ignorancia más brutal, la falta de cultura más absoluta. Del milagro de la multiplicación de los bienes de consumo se benefician sólo unos pocos, que se han habituado a lucrarse y a enriquecerse en detrimento de la inmensa mayoría de los que habitan el planeta Tierra. Suena a ofensa a nuestros oídos y a nuestra conciencia. Mientras la gente muere a diario de hambre en el planeta, un viaje de ida y vuelta hasta la Estación Espacial Internacional a bordo del Dragon cuesta la friolera de 55 millones de dólares. Este es el precio más caro. Los precios para viajar al espacio varían según la compañía a la que le preguntemos, pero lo que está claro es que no son asequibles para el común de los mortales, pues oscilan entre los 200.000 y los 55 millones de dólares, con la excepción de los viajes a la estratosfera que son algo menos costosos, unos 43.000 dolares…
Aumentan las desigualdades
Para mayor inri, según el informe de la ONG Oxfam de Enero de 2022, durante la pandemia han aumentado más aún las desigualdades entre los humanos. Entresaco solo algunos párrafos de este informe:
“-Los diez hombres más ricos del mundo han duplicado su fortuna, mientras que los ingresos del 99 % de la población mundial se habrían deteriorado a causa de la COVID-19.
-Las crecientes desigualdades económicas, raciales y de género, así como la desigualdad existente entre países, están fracturando nuestro mundo. Esto no ha sido fruto del azar, sino el resultado de decisiones deliberadas: la “violencia económica” tiene lugar cuando las decisiones políticas a nivel estructural están diseñadas para favorecer a los más ricos y poderosos, lo que perjudica de una manera directa al conjunto de la población y, especialmente, a las personas en mayor situación de pobreza, las mujeres y las niñas, y las personas racializadas”.
Repartir lo multiplicado
Y es que, para acabar con esta situación de desigualdad infrahumana, no se trata ya tanto de multiplicar los bienes de la tierra –milagro que hace cada día la ciencia-, cuanto de dividir lo que hay entre todos, de repartir lo multiplicado, lo que ya hay entre los que estamos en la tierra, practicando una saludable, necesaria y urgente comunión de bienes.
Al menos este es el camino que Jesús enseña. La situación que describe el evangelista era similar a la de muchos de los habitantes de nuestro planeta hoy: “-‑Despide a la gente,” dijeron los doce a Jesús; “que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida; porque esto es un descampado” (Lc 9,11ss). El NT griego usa la palabra érêmos que se traduce por “descampado, solitario, deshabitado, yermo, desierto, aislado, abandonado, indefenso… En “descampado” está gran parte de la humanidad, carente de las necesidades más vitales: pan, habitación, sanidad, educación y cultura.
Las desigualdades producen muerte
Según el informe citado se estima que las desigualdades contribuyen actualmente a la muerte de cerca de 21.300 personas al día; dicho de otra manera, a la muerte de una persona cada cuatro segundos… Se estima que 5,6 millones de personas mueren cada año por la falta de acceso a servicios de salud en países pobres…. En un mundo de abundancia, el hambre mata, como mínimo, a 2,1 millones de personas al año… En todos los países, las personas en mayor situación de pobreza viven vidas más cortas y mueren de manera más prematura que el resto.
No se trata de un milagro
Es claro que el evangelio que leemos hoy no cuenta un milagro entre tantos de los que dicen los evangelistas que hizo Jesús. Desde el punto de vista literario, en los relatos de milagro Jesús lleva la iniciativa y se adelanta a solucionar el problema. Pero en este –que no es ciertamente un relato de milagro-, Jesús no parece tener la mínima intención de resolver el problema. Más bien quiere que sean sus doce discípulos quienes actúen porque tal vez esté en sus manos la solución.
Comprar no es el camino
Y, por eso, inesperadamente los invita a superar la situación de penuria del gentío: “-‑Dadles vosotros de comer”, les dice. A lo que ellos responden: “-No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo este gentío (porque eran unos cinco mil hombres adultos)”. La vía de salida que ellos piensan para resolver el problema es inviable: se trata de comprar. Los discípulos no se solidarizan con el mal del pueblo, ni entienden la propuesta de Jesús. Para ellos, la solución está en el dinero.
El dinero no es la solución
Ahora, ante la impotencia de los discípulos, Jesús toma la iniciativa. Es consciente de que “comprar” no es el camino, de que el dinero no es la solución. Y por eso ordena: “‑Decidles que se echen en grupos de unos cincuenta. Lo hicieron así, y todos se echaron. El, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente” palabras muy similares a las de la última cena cuando “cogiendo un pan pronunció una acción de gracias, lo partió y se lo dio a ellos diciendo: -Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced lo mismo en memoria mía” (Lc 22,29; cf. 1Cor 15,24).
El simbolismo de los números
Cinco panes y dos peces hacen siete; número de la serie completa, el número que indica la totalidad del alimento de que dispone la comunidad. Pero Jesús no hace el milagro. Ni compra ni multiplica panes y peces, sino que opera algo extraño e inesperado: parte los panes y los peces, y se los da a los discípulos para que los sirvan a la gente. Tal vez este sea el camino para salir de este callejón sin salida en el que nos hemos metido los humanos. Partir el pan entre todos, repartir entre todos lo que se tiene, dividir entre todos eso que la técnica ha conseguido multiplicar.
En este relato, cargado de simbolismo, hay no obstante otros detalles que necesitan explicación. Al principio se nos dice que “las multitudes se dieron cuenta y lo siguieron. El las acogió, estuvo hablándoles del reinado de Dios y fue curando a los que lo necesitaban”. Jesús acoge a la gente y les hablaba del reinado de Dios, esto es, de su propuesta de una sociedad alternativa en la que no reinaría el dinero, el otro dios que gobierna nuestro mundo: “No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24), les dice en otra ocasión. Y en esa sociedad alternativa hay que comenzar por curar a los enfermos que lo necesiten, remediando de este modo su mal, como hizo Jesús según el libro de los Hechos (10,38), que resume su vida con esta frase: “Pasó haciendo el bien y curando a todos los sojuzgados por el diablo, porque Dios estaba con él”.
Los números que aparecen en este relato son simbólicos. Los discípulos hacen que la gente se siente en grupos de “cincuenta” hombres adultos, aludiendo a los grupos de profetas del libro de los Reyes (1Re 18,4.13), cuando, en tiempos de Elías, este cogió a cien profetas y los escondió en dos cuevas en grupos de cincuenta, proporcionándoles comida y bebida… o como cuando, en presencia de cincuenta hombres de la comunidad de profetas, Eliseo heredó el Espíritu de su maestro Elías, tras verlo subir al cielo llevado en un carro de fuego con caballos de fuego, símbolo de la divinidad (2Re 2,7). De este modo se simboliza que el gentío –unos cinco mil hombres adultos, -cinco mil es múltiplo de 50- va a ser alimentado y recibirá el Espíritu de Dios, como Eliseo recibió el de su maestro Elías tras subir este al cielo. La comunidad cristiana recibe el Espíritu de Dios, que es amor, compartiendo el pan. Al final dice el evangelista que “comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras de los trozos: doce cestos”, uno por cada una de las doce tribus de Israel. Compartiendo lo que hay con los demás, se sacia el hambre del pueblo entero (las doce tribus)… y sobra. Y se cumple la bienaventuranza de Jesús: “Dichosos los que ahora pasáis hambre, porque os van a saciar” (Lc 6,21).
Reformar la fiscalidad
Partir y compartir lo que la ciencia multiplica: este es el camino. Pero, en un mundo tan complejo como el nuestro, la solución no es tan simple como la del relato evangélico, que es ante todo simbólico. Según la ONG Oxfam, “la solución pasa por reformar drásticamente nuestros modelos económicos para que se basen en la igualdad. Se puede abordar la riqueza extrema aplicando una fiscalidad progresiva, invirtiendo en medidas públicas de eficacia demostrada para eliminar las desigualdades, y transformando las dinámicas de poder dentro de la economía y la sociedad. Si se muestra la voluntad necesaria y se escucha a los movimientos que están exigiendo cambios, se podrá crear una economía en la que nadie viva en la pobreza, ni tampoco en una riqueza inimaginable: una economía donde las desigualdades dejen de matar”. Y esto es el reinado de Dios anunciado por Jesús.
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