Desconcertante maestro

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario

Primera lectura: Isaías, 1,4-6:

            Yo he tomado de la mano a Ciro, para doblegar ante él las naciones.

Salmo 95: Aclamad la gloria y el poder del Señor.

 Segunda Lectura: Primera Carta a los tesalonicenses 1, 1-5b:

            Recordamos vuestra fe, vuestro amor y vuestra esperanza

            EVANGELIO

             Mateo 22, 15-21:

            Devolver al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.

22 de octubre de 2023

Niña etíope.

***

Se retiraron entonces los fariseos a elaborar un plan para cazar a Jesús con una pregunta. Le enviaron a sus discípulos con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: -Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios con verdad; además, no te importa de na­die, porque tú no miras lo que la gente sea. Por eso, dinos qué opinas: ¿está permitido dar  el tributo al César o no?

Calando Jesús su mala intención, les dijo: -¿Por qué me tentáis, hipócritas? Enseñadme la mo­neda del tributo. Ellos le ofrecieron un denario y él les preguntó: -¿De quién son esta efigie y esta leyenda?

Le respondieron: -Del César.

Entonces les replicó:

-Pues lo que es del César devolvédselo al César, y lo que es de Dios, a Dios.

Sorprendidos al oír aquello, lo dejaron allí y se mar­charon.

***

La doctrina de los dos poderes.

“Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. Lo dijo Jesús -se decía- y se concretaba: que la Iglesia no se meta en política; ni los políticos en religión, afirmando la teoría de los “dos poderes”, religioso y civil, al mando de dos mundos. El uno mira al espíritu, al alma y al más allá; el otro, a lo material, al mundo y al más acá. Uno, lo espiritual con su gama de valores; otro, lo social y político con su conflictividad cotidiana. Dios y el César, dos mundos separados por voluntad divina, formulada por Jesús, cada uno con sus propias competencias. Es la teoría de los dos poderes que, en caso de conflicto, afirma, eso sí, la supremacía del poder espiritual (el del Papa) sobre el temporal (el del Emperador).

            Gelasio y el emperador Anastasio I.

            Esta teoría de los dos poderes toma pie de la Carta del Papa Gelasio al emperador Anastasio I (año 494) en la que, dirigiéndose a este, le dice:

“Hay, en verdad, augustísimo emperador, dos poderes por los cuales este mundo es particularmente gobernado: la sagrada autoridad de los papas y el poder real. De ellos, el poder sacerdotal es tanto más importante cuanto que tiene que dar cuenta de los mismos reyes de los hombres ante el tribunal divino.

Pues has de saber, clementísimo hijo, que, aunque tengas el primer lugar en dignidad sobre la raza humana, empero tienes que someterte fielmente a los que tienen a su cargo las cosas divinas y buscar en ellos los medios de tu salvación. Tú sabes que es tu deber, en lo que pertenece a la recepción y reverente administración de los sacramentos, obedecer a la autoridad eclesiástica en vez de dominarla.

Por tanto, en esas cuestiones debes depender del juicio eclesiástico en vez de tratar de doblegarlo a tu propia voluntad. Pues si en asuntos que tocan a la administración de la disciplina pública, los obispos de la iglesia, sabiendo que el imperio se te ha otorgado por la disposición divina, obedecen tus leyes para que no parezca que hay opiniones contrarias en cuestiones puramente materiales, ¿con qué diligencia, pregunto yo, debes obedecer a los que han recibido el cargo de administrar los divinos misterios?

De la misma manera que hay gran peligro para los papas cuando no dicen lo que es necesario en lo que toca al honor divino, así también existe no pequeño peligro para los que se obstinan en resistir (que Dios no lo permita) cuando tienen que obedecer. Y si los corazones de los fieles deben someterse generalmente a todos los sacerdotes, los cuales administran las cosas santas, de una manera recta, ¿cuánto más asentimiento deben prestar al que preside sobre esa sede, que la misma Suprema Divinidad deseó que tuviera la supremacía sobre todos los sacerdotes, y que el juicio piadoso de toda la Iglesia ha honrado desde entonces?

De este modo se empezó a perfilar la doctrina de los  dos poderes, no autónomos, sino coordinados: el espiritual para el Papa, y el temporal –subordinado a este- para el emperador. Nada más contrario a la mentalidad del Maestro nazareno que esta interpretación de sus palabras, producto típico de una clase eclesiástica que, a lo largo de la historia, se ha constituido en poder y se ha beneficiado de los privilegios del poder político, a cambio, con frecuencia, de no inmiscuirse en su campo de acción.

Jesús no fundamentó semejante barbaridad. Este Jesús al que, unas veces, se presenta como revolucionario y radical, aparece, según esta interpretación, de lo más conservador y centrista: Dios, por un lado, y el César, por otro: a cada uno, lo suyo.

Traducción y explicación del texto

Pero pasemos a la explicación de este texto, a mi juicio mal traducido y, consiguientemente, mal interpretado.

Fariseos y herodianos.

Según el evangelista Mateo, todo comienza por una pregunta capciosa, formulada a Jesús por unos discípulos de los fariseos junto con partidarios de Herodes. Extraña compañía, pues los fariseos se declaraban enemigos de los romanos y de sus partidarios, y los herodianos eran los partidarios de Herodes y de sus sucesores, que  debían su corona a los romanos, con los que, por tanto, colaboraban. Los fariseos y los herodianos eran enemigos, pero, por una vez, se unieron para “cazar” a un Jesús que caía muy mal a ambos grupos.

A fariseos y letrados dedica el evangelista el capítulo 23 de su evangelio en el que denuncia su doble moral, y su hipocresía; por su parte, en el evangelio de Lucas, Jesús, en un acto de valentía ante quien podía quitarle la vida- califica al rey Herodes de “zorro”, animal común e insignificante por entonces, hoy diríamos “don nadie” al que no hay que temer: “En aquel momento se acercaron unos fariseos a decirle: -Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte. Él les contestó: -Id a decirle a ese zorro: “Yo, hoy y mañana, seguiré curando y echando demonios; al tercer día habré acabado” (Lc 13,31-32).

Una pregunta capciosa

El diálogo entre los discípulos de los fariseos y los partidarios de Herodes tiene un comienzo en el que estos desean ganarse la benevolencia de Jesús: “-Maestro, -le dicen- sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios con verdad; además, no te importa de na­die, porque tú no miras lo que la gente sea. Por eso, dinos qué opinas: ¿está permitido dar  tributo al César o no?”.

Los que se acercan a Jesús buscan descreditarlo ante el pueblo o hacerlo prender por las tropas romanas, haciendo que pronuncie una declaración comprometedora. Se dirigen a Jesús cortésmente, llamándole “maestro” (en hebreo rabbí) y preparan el terreno alabando su enseñanza y su valentía, por no dejarse impresionar por la posición social de la gente.

Si Jesús responde afirmativamente a la pregunta capciosa que le formulan, quedará mal con el pueblo y con los zelotas –facción armada del pueblo, que consideraba insulto y agravio tener que dar-pagar el tributo o impuesto al César; si responde negativamente, proporciona a sus enemigos demandantes un argumento para acusarlo de subversión política ante los romanos. La trampa está bien tendida. Parece no haber escapatoria.  

Había sido precisamente el hecho de la introducción en Palestina del pago del tributo al César lo que había provocado la rebelión de Judas en el templo el año 6 d. C. Los zelotas sostenían que reconocer el señorío del emperador mediante el pago del tributo se oponía directamente al primer mandamiento, que manda reconocer a Dios como único Señor (Dt 6,5).

La moneda del tributo

-“Enseñadme la mo­neda del tributo”,les dice. –“Ellos le ofrecieron un denario”.Esta moneda llevaba la imagen  del César y una inscripción: “Tiberio Emperador, hijo de Augusto (=Excelso él mismo)”.

-“¿De quién son esta efigie y esta inscripción?”–pregunta Jesús-. Del César -le responden-.  La imagen de la moneda, con esa inscripción, no es de Dios, ni de Israel, que prohíbe las imágenes. Los fariseos no están de acuerdo con el César, pero tienen en su bolsa monedas romanas. Odiaban a los romanos y, por supuesto que, con razón, deseaban con todas sus fuerzas que se marcharan de su país, pero… al dinero no le hacían ascos: rechazan al César en lo que les conviene, pero se someten libremente a su sistema cuando éste los beneficia.

Al César lo que es del César…

A la vista de esto, Jesús responde según la traducción común de este texto: “Dad al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios”. Con relación a esta traducción hay que decir que, al principio, le preguntan a Jesús si es lícito dar tributo al César. En griego, “dar” se dice dídômi. A esta pregunta, sin embargo, Jesús no responde usando este mismo verbo, sino un compuesto de este, “apodídômi”, que se traduce por “devolver”. A la pregunta de si es licito “dar” tributo al César, Jesús responde: “Devolved al César lo que es del César”, esto es, romped de verdad con el sistema opresor del Imperio, pero del todo; rechazad su dominio sobre vosotros y sobre vuestro pueblo; no os sometáis gustosos a la esclavitud de su dinero, no dejéis que vuestra ambición anule vuestros principios.

…Y a Dios lo que es de Dios.

Pero no basta con devolver “al César lo que es del César”, sino que hay que “devolver” también “a Dios lo que es de Dios”. Y “lo que es de Dios” es el pueblo, la viña de Israel, imagen del pueblo hebreo, propiedad exclusiva de Dios, que estaba en manos de los jefes religiosos que defendían de palabra al pueblo, pero de hecho se aprovechaban de él, colaborando con la potencia ocupante o, al menos, no rebelándose abiertamente contra ella. Podríamos decir que los fariseos se habían quedado, habían secuestrado al pueblo que pertenecía a Dios.

Recordemos la parábola de los viñadores perversos que comentamos hace varios domingos y cómo estos decidieron matar a los criados e incluso al hijo del dueño de la viña -imagen del pueblo de Dios- para quedarse con ella.

Un pueblo secuestrado

Se podía decir que “fariseos y letrados se habían adueñado del pueblo, haciendo imposible la relación de este con Dios. Según Jesús, no solo hay que romper con el César, devolviendo al César lo que es del César, sino que hay que devolver también el pueblo a Dios, su único propietario.  Hay que salir de la dependencia económica del imperio romano, rechazando el dinero del César («devolved»); así no se le reconocerá por Señor ni habrá que pagarle tributo (“dar”). Cuando ellos sean capaces de renunciar a ese dinero y a la riqueza que les procura, podrán ser fieles a Dios, a quien deben devolver el pueblo que le han robado.

Aceptando a Jesús como verdadero liberador, Dios será de nuevo rey de su pueblo y se acabará la opresión de cualquier tipo: religiosa, política o económica. La única autoridad que Jesús acepta es la de Dios y la de quien, como Dios, libera al pueblo. Ni la del César ni la de los fariseos y herodianos entran dentro de esta categoría. Deben rechazarse, por tanto.

La respuesta de Jesús deja sin argumentos a fariseos y herodianos. Por eso termina el texto diciendo que “los enviados, sorprendidos al oír aquello, lo dejaron allí y se marcharon”. Desconcertante Maestro…

Actualización:

Hamás e Israel en guerra

Lo que voy a decir a continuación no es una explicación, ni una aplicación del evangelio a nuestro mundo actual. Pero no puedo dejar de hacer la reflexión que sigue, pues hay ciertos puntos de contacto entre la actitud de los fariseos -que, por una parte comulgaban con el imperio romano (hoy podríamos decir el capital, el poder americano y, por otra, se habían quedado con el pueblo al que tenían religiosamente secuestrado), con la causa de los palestinos a quienes Israel, -en contra de todas las convenciones internacionales- ha ocupado sus territorios, volviendo prisioneros como en una cárcel a los habitantes de la Franja de Gaza, situación extensible también a Cisjordania, tierra palestina que han sembrado, además, de asentamientos ilegales en contra de las leyes internacionales.

El acto terrorista de Hamás

El motivo reciente, desencadenante de la guerra entre Israel y los palestinos de Gaza, ha sido un terrible acto terrorista de Hamás que, en modo alguno, se puede justificar, pues ha acabado con la vida de casi dos mil víctimas inocentes israelíes. Un acto que hay que condenar sin paliativos ni remilgos, al igual que el constante lanzamiento de cohetes que ponen en riesgo la vida de las poblaciones israelíes del otro lado de la frontera.

La venganza sin medida

Pero lo que ha venido después –como respuesta- no ha sido la aplicación de la Ley del Talión, como sería de esperar del gobierno de Israel  –“ojo por ojo, y diente por diente”-, ley que supuso en su tiempo un avance en el derecho internacional por poner límite a la venganza sin límite-,  sino la puesta en práctica de la desmedida venganza de Lamec que se refiere en el libro del Génesis: “Lamec dijo a Ada y Sila, sus mujeres: -Mujeres de Lamec, prestad oído a mis palabras: Por un cardenal mataré a un hombre, a un joven por una cicatriz. Si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete” (Gn 4,23-24). Una venganza sin medida, pues el número siete y sus múltiplos designan la totalidad o la serie completa.

El vergonzoso, injusto e ilegal ultimátum israelí

La situación del pueblo palestino que vive en Gaza ha llegado al punto crítico al que asistimos hoy, con el ultimátum israelí para que los  ciudadanos abandonen masivamente la zona norte de Gaza. Con bombardeos que han acabado ya con la vida de casi cuatro mil de sus ciudadanos, inocentes en su mayoría, amén de los innumerables heridos, y la macabra estampa de cadáveres que no pueden ser llevados a morgues colapsadas u hospitales también atacados,  a lo que se une el bloqueo de la ayuda humanitaria para con una población  a la que se le ha cortado la luz, el agua y los suministros básicos vitales.

Es necesario en todo caso afirmar que Hamás no son todos los palestinos; luchar contra su terrorismo no significa considerar terroristas a todos los habitantes de Gaza a los que debe asistir el derecho internacional en tiempos de guerra, como han proclamado José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores de España y Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

Terrorismo de estado

Con la venganza de Lamec, verdadero terrorismo de estado que practica a todas luces el estado de Israel –pues hasta hace unos días habían caído ya seis mil bombas asolando la franja de Gaza-, solo se generará más venganza, odio, destrucción y muertes sin sentido.

Así como en el evangelio de hoy, Jesús dice que hay que devolver al César lo que es del César –rompiendo con la dominación romana- y a Dios lo que es de Dios, -el pueblo secuestrado y sometido por los fariseos y sumos sacerdotes-, hoy es urgente que los países democráticos se alcen eficazmente contra esta política imperialista y colonizadora de Netanyahu apoyada por América, su aliado fiel.

Es urgente también que los países democráticos de la Unión europea abandonen la tibia actitud que practican, limitándose a llamar a Israel a la contención, sin poner en práctica medios eficaces para detener la locura de una guerra, que practica lo que muchos definen ya hoy como un genocidio.  

Israel no ha aprendido la lección de su pasado: la venganza sin medida no es el camino.

Hubo otro judío, Jesús de Nazaret, que, frente a la venganza de Lamec (“devolver setenta y siete veces el daño recibido”), proclamó que “hay que perdonar hasta setenta y siete veces”(Mt 18,22), cerrando definitivamente el camino a la venganza sin medida.

Devolver los territorios

Devolver los territorios ocupados a los palestinos, erradicar todo tipo de terrorismo de esa zona y permitir que los palestinos se organicen como estado, no solo en Gaza, sino en Cisjordania –también ilegalmente ocupada y sembrada de asentamientos judíos en contra de la ley internacional- tal vez sea la única medida que haga posible un día que ambos pueblos vivan en paz. 

He leído estos días que, cuando Gabriel Marcel reprochó a Albert Camus que basara una de sus obras en los horrores de la Guerra Civil, en vez de basarse en otros espantos y represiones, Camus dijo: “Usted acepta silenciar un terror para luchar mejor contra otro. Y algunos de nosotros no queremos silenciar nada”.

¿Animales humanos?

“Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”, declaró hace unos días el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, en un intento de justificar lo injustificable: el corte de agua, electricidad, gas y alimentos a la población de la Franja de Gaza tras la masacre de civiles israelíes a manos del grupo terrorista Hamás. La frase ejemplifica lo que varios articulistas de todo el mundo han definido como la “deshumanización” de aquellos que son étnica o racialmente diferentes, raíz de los genocidios ocurridos a lo largo de la historia. Como el de los tutsis en Ruanda, a quienes los hutus llamaban “cucarachas”. “Matad a las cucarachas”, se exhortaba por la radio y los periódicos. Y 800.000 tutsis fueron asesinados en 100 días en 1994.

Acabar con esta locura

Ojalá que el mundo se una para acabar con esta locura (y, de camino, con la de la guerra de Ucrania, silenciada estos días por la prensa, y de tantas otras guerras o conflictos militares esparcidos por el mundo).

***

– Para la justificación de la traducción del texto del evangelio que he comentado, he seguido, como de costumbre, a Juan Mateo-Fernando Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada (Ed. Cristiandad, Madrid 1981).

–  En lo relativo a la guerra entre Israel y Palestina, he tomado datos e ideas de los siguientes artículos del diario El País, cuya lectura, entre otros, recomiendo:

José  Luis Sastra, 18 de Octubre: “Peroesque”

https://elpais.com/opinion/2023-10-18/peroesque.html

Eliane Brum, 18 de Octubre: “La deshumanización de los animales”:

https://elpais.com/opinion/2023-10-18/la-deshumanizacion-de-los-animales.html

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