Amor al diferente

Domingo XIV del Tiempo Ordinario

Primera lectura: Zacarías 9, 9-10: Mira a tu rey que viene a ti, pobre.

Sal 144: Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Segunda Lectura: Rom 8, 9.11-13: Si con el Espíritu dais muerte

            a las obras del cuerpo, viviréis.

    EVANGELIO

            Mateo 11, 25-30: Soy sencillo  y humilde

Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.

09 de julio de 2023

Pintura mural. Interior de Iglesia ortodoxa. Chipre.

En aquella ocasión exclamó Jesús:

-Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla; sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien.

Mi Padre me lo ha entregado todo; al Hijo lo conoce sólo el Padre y al Padre lo conoce sólo el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Acercaos a mí todos los que estáis rendidos y abru­mados, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo y humilde: encontrareis vuestro respiro,  pues mi yugo es llevadero y mi carga li­gera.

Tres ciudades

Con anterioridad al texto que acabamos de leer, Jesús se queja del fracaso de su misión en las ciudades de Corozaín, Betsaida y Cafarnaún con estas duras palabras:

“Se puso entonces a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todas sus potentes obras, por no haberse enmendado. -¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho las potentes obras que en vosotras, hace tiempo que habrían mostrado su arrepentimiento con sayal y ceniza. Pero os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? Bajarás al abismo (Is 14,13-15); porque si en So­doma se hubieran hecho las potentes obras que se han he­cho en ti, habría durado hasta hoy. Pero os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti” (Mt 11,20-34).

El fracaso de Jesús

El fracaso de la misión de Jesús fue evidente en Galilea, donde reinaba la doctrina de los letrados-fariseos –los sabios y entendidos- y en las que Jesús había hecho la mayor parte de sus curaciones u “obras potentes”, que dice el evangelista. En este texto, las ciudades judías (Corozaín y Betsaida) -que no se convirtieron al mensaje de Jesús- se equiparan a Tiro y Sidón (en las costas de Siria), dos ricas y poderosas ciudades paganas que recibieron los más duros oráculos por parte de los profetas Isaías (24), Amós (1,9-10) y Joel (4,4-8) por no convertirse. Pues bien, estas ciudades paganas se habrían convertido al mensaje de Jesús de haber presenciado las potentes obras  que Jesús había hecho en Corozaín y Betsaida.

El orgullo de Cafarnaún

Por su parte, “el dicho de Cafarnaún es algo distinto. Jesús no la acusa de impenitencia, sino de orgullo. No deja de ser irónico que, usando un texto  del profeta  Isaías (14,13-15), se compare el orgullo de un  pueblo de unos mil habitantes en tiempos de Jesús con el de un emperador asirio o babilonio, dominador de gran parte del mundo de su época. No sabemos en qué fundamenta Cafarnaún su orgullo, pero ya que se la compara con Sodoma, la clave podría estar en este otro texto de Ezequiel (16,49): “Mira, ese fue el delito de Sodoma: soberbia, hartura de pan y bienestar apacible tuvieron ella y sus villas, pero no dio una mano al desgraciado y al pobre”. A pesar de sus pecados, si Sodoma hubiera contemplado las curaciones de Jesús se habría convertido y seguiría existiendo”, comenta José Luis Sicre en su comentario al evangelio de Mateo (Editorial Verbo Divino, 2019).

¡La sabiduría de los ‘sabios’!

Y es precisamente en este momento cuando Jesús se vuelve a Dios, orando de este modo: «Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla», frase que se debe entender a la luz de estas otras palabras del profeta Isaías: «Dice el Señor: Ya que este pueblo se me acerca con la boca y me glorifica con los labios, mientras su corazón está lejos de mí, y su culto a mí es precepto humano y rutina, yo seguiré realizando prodigios maravillosos para que desaparezca la sabiduría de sus sabios y se eclipse la prudencia de sus prudentes» (Is 29,13-14; véase también Mt 15,8-9). 

“La sabiduría de sus sabios” es una expresión que alude, como vemos, al libro de Isaías, donde Dios recrimina al pueblo su hipocresía en la relación con él, pues “lo honra con los labios, pero su corazón está lejos de él”. Los sabios no captan el sentido de las obras de Jesús y no aceptan las conclusiones a las que su saber y clarividencia debería llevarlos.

Los sencillos

Los sencillos, por su parte, no tienen ese obstáculo y pueden entender lo que Dios les revela. Y es a la gente sencilla, rendida y abrumada por el peso de una absurda y complicada ley judía, llena de preceptos humanos, –definida como yugo insoportable- a la que hace Jesús un llamamiento para que se acerquen a él,  porque su yugo, “el del amor sin medida”, es llevadero, y su carga, ligera, como la de quien ama y nada escatima en complacer a la persona amada.

Mientras que los fariseos –sabios y entendidos- no solo se separaban del pueblo al que consideraban indigno –‘fariseo’ significa ‘separado’, según la opinión mayoritaria-, sino que también separaban de Dios al pueblo, Jesús, sin embargo, se dirige a la gente y la invita a acercarse a él y, consiguientemente, a Dios, sustituyendo el yugo pesado, esto es, la Ley con sus múltiples preceptos, por el yugo y la carga ligera del amor.

Un solo mandamiento

Y para facilitar la tarea de acercar el pueblo a Dios, Jesús reduce a uno de un plumazo todos los mandamientos de la Ley antigua: “Amaos como yo os he amado”. Un mandamiento que no es en realidad tal, pues el amor no se puede mandar-, sino más bien un ruego encarecido para poder crear una sociedad alternativa basada no en el odio, la venganza o el rencor, sino en el amor, único camino que lleva al prójimo y a Dios, sendero seguro para alcanzar la felicidad y la plenitud de vida en este mundo. Es curioso anotar cómo las bienaventuranzas de Jesús comienzan todas por la palabra “dichosos” y son una propuesta de felicidad que debe comenzar desde ahora. Felicidad que solo puede dar el amor.

El más difícil todavía del cristianismo

A mí me da la impresión de que con el cristianismo tradicional ha pasado como con el circo. Hay en este una especie de juego de trapecio, de triple salto mortal en el vacío donde lo que vale es “el más difícil todavía”. Lo sencillo, lo ordinario no tiene mérito, no parece tener valor. Como he indicado otras veces, en tiempos de Jesús no bastaba con cumplir los Diez Mandamientos de Moisés, sino que había que observar 613 preceptos, de los que 365 eran prohibiciones -una por cada día del año- y 248 mandamientos positivos -tantos cuantas partes integraban el cuerpo humano según la medicina vigente. No era fácil ser una persona como Dios manda. Sólo quien tenía cultura y tiempo para estudiar leyes y “escrutar las Escrituras” podía conseguirlo. La religión, que debía ser para todos, era patrimonio de abogados, juristas, teólogos y laicos cultos y pudientes (doctores de la ley, escribas, fariseos y saduceos). El pueblo sencillo, dado lo complicado del sistema, se distanciaba cada vez más de Dios. No sabía de leyes, ni entendía de teología ni de derecho canónico. No tenía tiempo ni medios para dedicarse a ello. Además, la Biblia, enciclopedia del saber religioso, estaba escrita en hebreo, lengua culta y, por entonces, muerta e ininteligible para el pueblo que hablaba arameo.

Y por si esto fuera poco, los abogados (doctores de la ley) habían desarrollado una ingente casuística, rayana en lo ridículo y absurdo, en torno a cada uno de los 613 preceptos, dando lugar a una jurisprudencia de unos 5.000 mil mandamientos aproximadamente. Demasiados mandamientos. Demasiados preceptos. Excesivas leyes y reglas.

Un cristianismo de múltiples mandamientos

Todo demasiado complicado: los mandamientos de la Ley de Dios y los de la Iglesia; normas para el ayuno, la abstinencia y la penitencia cuaresmal; decretos de la Santa Sede, de las Sagradas Congregaciones romanas, de las Conferencias Episcopales… Cuántos hijos hay que tener, cómo hay que vivir, cómo hay que vestir (no olvidemos los gloriosos tiempos en los que la moral y la decencia se medían por los centímetros de mangas y escote), qué hay que hacer en cada momento… Todo ha estado  regulado, legislado, codificado. El pueblo, ante esta barahúnda de leyes y normas, la mayor parte de ellas de tipo moral, hoy -como ayer- ha terminado por no entender. Cansado y agobiado por el peso de una religión para élites se ha separado de la Iglesia. No entiende la teología escrita con muchísima frecuencia en clave para iniciados, ni le sirve. Eso sí, ha soportado durante siglos sobre las espaldas de su conciencia esos fardos leguleyos que le han colocado los eclesiásticos.

Y es que, como los judíos de tiempos de Jesús, también los cristianos lo hemos complicado todo, olvidando con frecuencia lo principal: el mandamiento del amor sin medida. Para ser seguidor de Jesús, basta con amar como él.  Lo que sucede es que de amor entienden sólo los sencillos. Quienes no lo son, saben de leyes.

“La internacional del odio”

No es este el ambiente que predomina en nuestro mundo, actualmente enfrascado en la guerra de Ucrania y en otros conflictos o guerras lamentablemente silenciadas. Más bien, por el contrario, ha surgido con fuerza una ola internacional de odio –Juan José Tamayo escribió hace unos años un libro así titulado (La internacional del odio, Editorial Icaria, 2020)-, fomentado especialmente por los partidos de ultra derecha que están surgiendo por doquier en Europa, pero no solo en nuestro continente, sino en Estados Unidos con el “trumpismo” y en Brasil con el ex-presidente Bolsonaro, aliado con los evangélicos de la “Iglesia universal del reino de Dios”, que antes habían apoyado a Lula. Estos partidos, para mayor inri, pretenden el asalto al poder blandiendo la Biblia, leída en clave fundamentalista.

El sorprendente avance de la extrema derecha

Acabo de leer unas cifras que ponen el bello de punta: los partidos de extrema derecha  crecen en 16 de los 27 países de la Unión Europea, influenciando las políticas de todo el continente y alcanzando unas cuotas de poder que hace décadas parecían imposibles. Hungría y Polonia son un ejemplo de esto: sus respectivos gobernantes han recortado libertades a las mujeres y a la comunidad LGTBI, han criminalizado la migración con una retórica islamófoba y están tratando de controlar tanto el sistema judicial como los medios de comunicación. A esta lista se ha sumado recientemente Meloni en Italia, con mayoría absoluta en las dos cámaras. En otros países, esta extrema derecha con características comunes gobierna como socio minoritario de coalición (Estonia, Letonia, Eslovaquia, Suecia y Finlandia). En Alemania, la extrema derecha irrumpió en el parlamento federal en 2017 por primera vez desde la reunificación, pero aplicó un cordón sanitario para aislarla, aunque recientemente, una semana después de conseguir la primera administración de un distrito alemán, el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) ha logrado vencer por primera vez en unas elecciones municipales y tendrá un alcalde a tiempo completo. En Francia, Marine Le Pen acarició el poder y su partido es la tercera fuerza del país. En España, Vox ha logrado en apenas tres años convertirse en la tercera fuerza parlamentaria, llegar al gobierno autonómico de Castilla y León, y forzar, como estamos viendo estos días con estupor, gobiernos de coalición con el Partido Popular, que trata de normalizarlo.

Estos partidos de ultraderecha comparten una posición defensiva nacionalista, identitaria, excluyente, antisolidaria, individualista, tradicionalista, antifemisnista y xenófoba, dividiendo a la sociedad e impregnándola de odio. Estas son sus señas de identidad. Y lo más llamativo y escandaloso es que, como he dicho antes, están fuertemente vinculados a movimientos religiosos cristianos o católicos de carácter fundamentalista.

Amor al diferente

Todo lo contrario, por supuesto, al mensaje de Jesús que en el mal llamado “Juicio final” del evangelio de Mateo, -en realidad “juicio de las naciones paganas”- pronuncia esta sentencia:

-“Apartaos de mí, malditos, id al fuego perenne prepa­rado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me recogisteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos replicarán: -Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel y no te asis­timos? Y él les contestará: -Os lo aseguro: Cada vez que dejasteis de hacerlo con uno de ésos tan insignificantes dejasteis de hacerlo con­migo” (Mt 25, 41-45). Remediar el hambre de los insignificantes que no cuentan nada en la sociedad, acoger al forastero sin condiciones, vestir al desnudo, visitar al enfermo o encarcelado como muestras evidentes de amor, compasión y acogida del diferente, esta es la propuesta de Jesús.

Tal vez debamos hacer una reflexión a fondo quienes soñamos otro mundo basado en valores de convivencia, justicia y solidaridad, pilares del socialismo y base del cristianismo, que da un paso más allá proclamando incluso el amor al enemigo.

Temible “partitocracia”

Una de las causas, si no la principal, por la que están surgiendo estos partidos, tal vez esté entre otras razones, porque “los sistemas políticos han derivado en una “partitocracia” en los que no se reconoce ninguna baza al adversario político, considerado enemigo; en estos, el culto a la personalidad del que manda o aspira a ello, al margen de cuáles sean sus cualidades y defectos, acaba por convertir su tarea no en un acto de servicio a los ciudadanos, sino en una descarnada lucha por el poder a cualquier precio. Poder que, así entendido, es lo más opuesto al yugo suave y llevadero del “amor al diferente” que Jesús proclama.

***

       -He tomado algunos datos de este comentario de:

       Carles Planas Bou titulado El mapa ultra de Europa publicado en El periódico de España (26.9-2022)

       -Juan Luis Cebrián, Un invento español: lo liberal, diario El País (3-7-2023).

       -Lectura recomendada: Juan José Tamayo, La internacional del odio. ¿Cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye?,  Editorial Icaria, Barcelona 2020


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