V Domingo de Pascua
Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 6, 1-7:
Eligieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo.
Salmo 32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros.
Segunda Lectura: 1ª Carta de Pedro 2, 4-9:
Vosotros sois un linaje elegido, un sacerdocio real.
EVANGELIO
Juan 14, 1-12. Yo soy el camino y la verdad y la vida.
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Lo que de verdad importa
07 de mayo de 2023

Lavatorio de los pies. Monasterio Greco-ortodoxo de San Bernabé, compañero de S. Pablo (cerca de Famagusta, Chipre).
No estéis intranquilos; mantened vuestra adhesión a Dios manteniéndola a mí. En el hogar de mi Padre hay vivienda para muchos; si no, os lo habría dicho. Voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os lo prepare, vendré de nuevo y os acogeré conmigo; así, donde estoy yo estaréis también vosotros. Y para ir adonde yo voy, ya sabéis el camino.
Tomás le dijo: -Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Respondió Jesús:-Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie se acerca al Padre sino por mí. Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre; aunque ya ahora lo conocéis y lo estáis viendo presente.
Felipe le dijo: -Señor, haz que veamos al Padre, y nos basta. Jesús le contestó: -Tanto tiempo como llevo con vosotros y ¿no has llegado a conocerme, Felipe? Quien me ve a mí está viendo al Padre; ¿cómo dices tú: “Haz que veamos al Padre”? ¿No crees que yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo? Las exigencias que yo propongo no las propongo como cosa mía: es el Padre, quien, viviendo en mí, realiza sus obras.
Creedme: yo estoy identificado con el Padre y el Padre conmigo; y si no, creedlo por las obras mismas. Sí, os lo aseguro: Quien me presta adhesión, hará obras como las mías y aún mayores; porque yo me voy con el Padre, y cualquier cosa que pidáis en unión conmigo, la haré; así la gloria del Padre se manifestará en el Hijo. Lo que pidáis unidos a mí, yo lo haré.
Importancia de la imagen
Los políticos andan tremendamente preocupados por su imagen. Las vallas publicitarias, los eslóganes de las campañas electorales cuidan ante todo la imagen del candidato. Lamentablemente, ahora que estamos en España ante unas elecciones municipales, los programas electorales quedan en una vaga indefinición ante el pueblo que termina votando una imagen, un modelo, una persona, en un acto de confianza, de adhesión o de fe para con el líder del partido. Por eso es importante que la imagen no se deteriore, que llegue con claridad al elector, que sea percibida auténticamente, como había sido programada con antelación. En esto tienen un papel importante los asesores de imagen de los políticos.
La imagen de Dios en la Biblia
De la política como ejemplo me introduzco en la Biblia y leo: “Y dijo Dios: ̶ Hagamos a un hombre a nuestra imagen y semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 1,26‑27).
En la Biblia de los griegos, la Ilíada y la Odisea, por el contrario, son los dioses los que son ideados a imagen de los hombres, con sus pasiones y virtudes, con sus valores y vicios. El hombre no es creado a imagen de Dios, sino que son los dioses –por cierto, muy numerosos- los que son imaginados a la manera humana. Estos son imágenes fijas, casi inmutables, pues cada dios conserva su identidad en el Olimpo o montaña de los dioses y su modo de actuar es tremendamente humano.
No así en la Biblia judeo-cristiana, en la que la imagen de Dios va evolucionando conforme pasa el tiempo. Para descubrir la imagen de este Dios comienzo a espigar las páginas de la Biblia. Al principio parece como si Dios no hubiera cuidado su imagen: se deja llevar de la ira, es vengativo, manda a Israel la práctica del anatema militar que consistía en la destrucción total y sistemática de las ciudades conquistadas, con sus hombres, animales y enseres; favorece el engaño y la traición, castiga despiadadamente, aprueba matanzas y asesinatos… Si el hombre está hecho a imagen de Dios, y esta es la imagen del Dios verdadero, me explico lo que ha sucedido a lo largo de la historia: “De tal palo, tal astilla”… Y así entiendo esa ola de violencia y desamor que ha corrido durante siglos por las venas del corazón humano.
Un Dios amigable, universal y maternal
Pero sigo leyendo las páginas de la Biblia en las que, de vez en cuando, encuentro la imagen de un Dios más amigable, más universal como la del Dios de Jonás, profeta muy a su pesar, que anuncia el perdón o la salvación al enemigo más despiadado de su pueblo, Babilonia. En Isaías, Dios se muestra con cariño maternal, como puede verse en estos textos: “Desde antiguo guardé silencio, me callaba, aguantaba; como parturienta grito, jadeo y resuello” (Is 42,14); ¿puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré” (Is 49,15); como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo” (Is 66,13).
Un Dios pedagogo
Al final me doy cuenta de que ese Dios de la Biblia ejerce de pedagogo y se va revelando poco a poco a su pueblo en la medida en que éste progresa hacia el amor al prójimo. En el principio era norma la violencia sin medida, propia de un pueblo primitivo; así, de Lamec se dice en el libro del Génesis (Gn 4,23‑24): “Si la venganza de Caín valía por siete, la de Lamec valdrá por setenta y siete (curiosamente, las mismas veces que dice Jesús en el evangelio que hay que estar dispuestos a perdonar al hermano). Más adelante, en el libro del Éxodo se garantiza la vida con un absoluto “no matarás” (20,13) y con “la Ley del talión” se restringen estos ímpetus de venganza humana: “Ojo por ojo, diente por diente”, animando a no excederse en el castigo (Ex 21,22‑23). El libro del Levítico (19,18) da un paso adelante, al prohibir vengarse de los conciudadanos cuando ordena: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En torno a este mandato de amor nació en Israel una legislación humanitaria de la que Dios mismo se hace garante: éste pedirá cuenta de los delitos contra la vida, de las injusticias, de la opresión, de la vejación de los pobres, indigentes, extranjeros, viudas y huérfanos, descartados de la sociedad (Dt 10,18-19; 14,29; 15,17-23). Con Jeremías, Dios mismo se niega a estar en un templo –cueva de bandidos- al que acuden para sentirse seguros los que practican a diario la injusticia (Jer 7,1-15).
Al final de este trayecto por las páginas de la Biblia, surge la luz, y la imagen de Dios se revela con nitidez en Jesús cuando en la última cena dice: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, amaos también entre vosotros. En esto conocerán que sois discípulos míos, en que os amáis unos a otros” (Jn 13, 34‑35). Para Jesús, la medida del amor es el amor sin medida, que llega hasta amar a los enemigos, si fuese necesario, y que supera incluso el amor a la propia vida.
Jesús: camino, verdad y vida
Después de dar Jesús este encargo de amor, se vuelve a sus discípulos, -a quienes lo han conocido y le han dado su adhesión, esto es, a los que creen en él-, para proclamar: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
“Yo soy” (= Yahvé) era el nombre de Dios en el Antiguo Testamento. El evangelista Juan pone repetidas veces esta expresión en boca de Jesús, y en una de estas, tal vez la más brillante, Jesús se presenta como “camino, verdad y vida”.
Jesús es el camino, porque su vida y muerte muestran al ser humano el itinerario que lo lleva a realizarse, esto es, a conseguir la madurez, o lo que es igual, la plenitud de vida, que se alcanza solamente con la práctica del amor sin medida. El camino supone una meta, y ésta es el Padre. La verdad implica un contenido, y éste es la vida (1,4). Y Jesús es la vida porque la posee en plenitud y puede comunicarla (5,26). Por ser la vida plena es la verdad, que expresa la realidad del ser humano y de Dios.
“Camino, verdad y vida” se pueden condensar en “amor, amor sin medida, amor hasta la muerte”. Por eso quien conoce a Jesús conoce a Dios, porque Dios es amor.
Felipe y Tomás no entienden
Felipe, sin embargo, demuestra no entender ni a Jesús ni a Dios, cuando le pide que muestre el Padre a los discípulos. No sabe que el Padre y Jesús se identifican, porque ambos son la máxima expresión del amor. La petición de Felipe denota su falta de comprensión. Había visto en Jesús al Mesías que podía deducirse de la Ley y los Profetas (1,43-45); no entiende que Jesús no es la realización de la Ley, sino del amor y la lealtad de Dios (1,14.17). En el episodio de los panes (6,5-7), Felipe no comprendía la alternativa de Jesús que no consistía en comprar panes, sino en repartirlos: “Jesús levantó los ojos y, al ver la mucha gente que acudía, le dijo a Felipe: “Dónde podremos comprar pan para que coman éstos? (Lo decía para tantearlo porque él ya sabía lo que iba a hacer). Felipe le contestó: Ni medio año de jornal (doscientos denarios) bastaría para que a cada uno le tocara un pedazo”. Felipe sigue estancado en las categorías de la antigua alianza; ve en Jesús al enviado de Dios (cf. 12,13), pero no la presencia de Dios en el mundo. La convivencia con Jesús, ya prolongada, no ha ampliado su horizonte. No conoce el alcance del amor del Padre, ni de su proyecto. No concibe que en Jesús esté presente y se manifieste Dios, ni que este tenga la condición divina.
En otra ocasión, otro discípulo, Tomás, llamado “dídimo”, esto es, “gemelo” (de Jesús), estaba dispuesto a seguirlo hasta morir con él (Jn 11,16), pero aún no había oteado la meta de un amor que superase la barrera de la muerte. Pensaba que el camino terminaba en la muerte; para él, ésta no era un tránsito, sino un final. De ahí que no supiese adónde se marchaba Jesús, ni entendiese adónde tenían que ir ellos. A este, Jesús le responde diciéndole que es el camino, la verdad y la vida, porque sólo su vida y su muerte muestran al hombre el itinerario que lo lleva a realizarse, a la plenitud de vida.
Las tres “uves”
Pero ¿por qué Jesús –que se define como camino, verdad y vida- manda amar como única vía para la plena realización del ser humano, o lo que es igual, para ser hijos de Dios, de su misma naturaleza? podemos preguntarnos.
La respuesta la encuentro en el díptico de papel del Cuaderno de Cristianismo y Justicia (Abril 2021), en el que, siguiendo a Nora Borris, especialista en Análisis Transaccional, se enumeran y comentan los tres rasgos que están en la base de nuestra condición humana, lo que podemos llamar “las tres uves”: Vulnerabilidad, Vinculación y Vigilancia (o responsabilidad).
- Vulnerabilidad.
Jesús, camino-verdad-vida, antes de irse con el Padre, encarga encarecidamente a sus discípulos amar porque el ser humano como individuo y como colectividad es por esencia vulnerable desde el nacimiento hasta la muerte y necesita ayuda del otro para curar sus heridas.
El mandamiento del amor, más que un mandamiento es un encarecido encargo que hace Jesús a sus discípulos, pues el amor no se puede mandar. Con la Pandemia hemos tenido ocasión de constatar nuestra vulnerabilidad y, ahora también con la guerra de Ucrania, a la que en nuestro país se suma una tremenda sequía. Estas circunstancias están conmoviendo los cimientos sobre los que comenzaba a construirse un mundo más humano y amigable, haciéndonos retroceder casi a los tiempos de la guerra fría. Europa se rearma, el mundo se vuelve multipolar y la lucha por la hegemonía política se debate entre China, Asia, Estados Unidos y Europa. Pero desunidos seremos más vulnerables que nunca.
- Vinculación
Jesús, que se define como “el camino, la verdad y la vida”, nos encarga amar encarecidamente porque el ser humano no se entiende, si no está vinculado al otro. Hay que recuperar esta conciencia de vinculación como camino necesario para la convivencia. No son las barreras las que dan vida, sino la caída de los muros entre personas y países las que hacen posible acceder al otro sin obstáculo alguno y establecer vasos comunicantes de desarrollo y vida entre individuos y países. Esta conciencia de vinculación se está perdiendo y parece que comienza a imperar de nuevo con fuerza el “sálvese quien pueda” en este mundo en el que aumenta la desigualdad existente entre los ciudadanos, crece la pobreza, la precariedad en el empleo, el paro de los jóvenes y de los parados de larga duración, las colas del hambre y un largo etcétera, aplicable no solo a escala individual, sino a escala nacional e internacional.
Individualismo y aislacionismo, el “yo” por delante del “tú” o del “nosotros”, todo lo contrario del amor, que se abre siempre al otro sin cortapisa alguna, porque el ser humano es, por naturaleza, un ser vinculado estrechamente a los demás y sobrevive sólo gracias a la intervención de los otros y de la comunidad, siendo esta la que lo salva a nivel personal y colectivo, como tuvimos ocasión de constatar con la Pandemia.
- Vigilancia ( o responsabilidad).
Hay que amar, en tercer lugar, porque todos estamos llamados a vigilar al prójimo, o lo que es igual, a hacernos responsables de él.
Cuando Caín mató a Abel se oyó una voz de Dios que le decía: -“Caín, ¿dónde está Abel, tu hermano?”. Y Caín le respondió: -“No sé, ¿soy acaso yo el guardián de mi hermano? El tal Caín estaba equivocado porque ser “hermano” significa precisamente eso: ser guardián del otro, estar pendiente de él, cuidarlo, atenderlo y vigilarlo para hacerse responsable de él porque es su “prójimo”, palabra que significa no tanto el que está cerca de mí, cuanto aquel al que yo me acerco, aunque esté a miles de kilómetros de distancia.
Vigilar, haciéndose responsables de los otros, cuidando unos de otros: esta es nuestra principal tarea, como muestra de nuestro amor, pues a estos otros estamos vinculados de por vida. Si perdemos los vínculos y nos aislamos, caemos en la depresión y en la esquizofrenia. “El que no ama no tiene idea de Dios, porque Dios es amor”, dice Juan en su primera carta. Y continúa: “Amigos míos, si Dios nos ha amado así, es deber nuestro amarnos unos a otros” (1 Jn 4,8-11).
La verdadera imagen de Dios
Al final, en la Biblia, todo ha sido un problema de imagen hasta dar con la verdadera imagen de Dios. Sólo cuando los hombres rindan culto en el altar del prójimo a este Dios-Amor se acabará la ola de egolatría y violencia cainita que nos invade. En este sentido, el ser humano -que camina todavía por la prehistoria adorando dioses falsos, falsas imágenes de un dios, fabricadas a imagen y semejanza humana- tiene que cambiar de imagen para lo que es necesario tomar conciencia de la vulnerabilidad propia y ajena, mantener los vínculos que nos unen a los otros y estar vigilantes, o lo que es igual, hacerse responsables unos de otros. Toda una tarea urgente a escala individual y colectiva.
La comunidad de seguidores de Jesús tiene que recorrer este camino, metáfora que expresa el dinamismo de la vida, que es avance y crecimiento, pues el ser humano se realiza por el camino de la solidaridad, del amor y de la entrega al otro, y esto es lo que de verdad importa…
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