Se veía venir…

Domingo de Ramos

Procesión de Ramos: Mt 21,1-11:

Bendito el que viene en nombre del Señor

Primera lectura: – Is 50, 4-7: No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.

Sal 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Segunda lectura: Carta a los Filipenses 2,6-11:

Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo.

EVANGELIO

Eucaristía: Mt 26,14-27,66: Pasión de nuestro Señor

Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.

Se veía venir…

02 de abril de 2023

Interior de la iglesia de Betfagé.

Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al Monte de los Olivos, Jesús mandó a dos discípulos, diciéndoles: -Id a la aldea de enfrente y encontraréis en seguida una borrica atada, con un pollino; desatadlos y traéd­melos y si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita, pero que los devolverá cuanto antes. Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: “Decid a la ciudad de Sión: -Mira a tu rey que llega, sencillo, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila” (Is 62,11; Zac 9,9)

Fueron los discípulos e hicieron lo que les había man­dado Jesús; trajeron la borrica y el pollino, les pusieron encima los mantos y Jesús se montó. La mayoría de la gente se puso a alfombrar la calzada con sus mantos; otros la alfombraban con ramas que cortaban de los árboles y los grupos que iban delante y detrás gritaban: -¡Viva el Hijo de David! -¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Sal 118,25-26). -¡Sálvanos desde lo alto!

Al entrar en Jerusalén, la ciudad entera preguntaba agitada: -¿Quién es éste? Las multitudes contestaban: -Este es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea.

Jesús entró en el templo y se puso a echar a todos los que vendían y compraban allí. Volcó las mesas de los cam­bistas y los puestos de los que vendían palomas, diciéndoles: -Escrito está: «Mi casa será casa de oración» (Is 56,7), pero vosotros la convertís en una cueva de bandidos (Jr 7,11).

En el templo se le acercaron ciegos y cojos, y él los curó.

Los sumos sacerdotes y los letrados, al ver las cosas admirables que hacía y a los chicos que gritaban en el templo «Viva el Hijo de David», le dijeron indig­nados: -¿Oyes lo que dicen ésos? -Sí. ¿Nunca habéis leído aquello: «De la boca de los chiquillos y de los niños de pecho has sacado una alabanza»? (Sal 8,3 LXX). Y, dejándolos plantados, salió fuera de la ciudad hasta Betania y pasó la noche allí.

Entrada de Jesús en Jerusalén

Hoy se leen en las iglesias dos textos: el primero, la “Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén” (Mt 21,1-11) al que yo he añadido los versículos 12 al 17, que describe la escena en la que Jesús echa a los mercaderes del templo, pues ésta completa el sentido del texto; el segundo es el relato completo de la Pasión de Jesús según el evangelista Mateo. Yo me voy a limitar a comentar solamente el primer texto que tiene lugar en tres escenarios: Betfagé, Jerusalén y el templo.

-Betfagé

En primer lugar, la escena se sitúa en las inmediaciones de Jerusalén, en Betfagé, desde donde Jesús toma la iniciativa de enviar a dos de sus discípulos para pedir prestados una borrica que estaba atada con un pollino (en griego, el animal es femenino, hê onos, hasta el punto que algunas traducciones hablan de un “asna”, para resaltar su género); Marcos, sin embargo, de uno solo, un asno “que nadie lo ha montado todavía”, lo que se interpreta como privilegio real (Mc 11,2).

Una doble profecía de Isaías y Zacarías

Según el evangelista Mateo, con la orden de Jesús a sus discípulos se cumple esta profecía mezcla de dos profecías: de Isaías y de Zacarías, respectivamente:

“Decid a la ciudad de Sión:

-Mira a tu rey que llega, (Is 62,11)

Sencillo (en griego, praýs), montado en un asno,

en un pollino, hijo de acémila” (Zac 9,9).

La profecía original de Isaías (62,11) decía así:

“El Señor envía un pregón

hasta el confín de la tierra.

Decidle a la ciudad de Sión (Jerusalén):

Mira a tu Salvador que llega.

El premio de su victoria lo acompaña;

la recompensa le precede”.

El profeta Isaías anuncia en este texto la entrada triunfal del Salvador que llega (Mateo habla de un rey), ceremonia a la que todos los pueblos serán invitados (= hasta el confín de la tierra). Un salvador universal. Pero la profecía de Zacarías (9,9) corrige esta visión triunfalista, cuando dice:

“Alégrate, ciudad de Sión:

aclama, Jerusalén.

Mira a tu rey que está llegando:

justo, victorioso, sencillo (praýs),

cabalgando un burro, una cría de burra”.

Para Mateo, que trae a colación esta profecía de Zacarías, Jesús entra como rey, pero llega montado en un vehículo impropio de reyes: un asno, animal de carga.

El evangelista, curiosamente, ha eliminado de la cita de Zacarías dos adjetivos que califican al rey: “justo y victorioso”, para dejar solo uno: “sencillo” (praýs), corrigiendo de este modo todo atisbo de triunfalismo. Por el contexto, este adjetivo se debe entender como “apacible, amistoso, benigno”. Con anterioridad (Mt 11,28-29), Jesús se había definido a sí mismo con este adjetivo: “Venid a mí todos los que estáis rendidos y abrumados, que yo os daré respiro. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy sencillo (praýs) y humilde”. Una de las bienaventuranzas de Mateo, inspirada en el Salmo 37,11, utiliza la misma palabra: Dichosos los sencillos (=los mansos) porque esos van heredar la tierra”. En el salmo, estos son los ‘anawim, palabra hebrea que se traduce por ese tipo de pobres que, por la codicia de los malvados, han perdido su independencia económica (tierra, terreno) y su libertad, y tienen que vivir sometidos a los poderosos que los han despojado. Su situación es tal que no pueden ni siquiera expresar su protesta. A ésos, Jesús promete no ya la posesión de un terreno como patrimonio familiar, sino la de “la tierra”, patrimonio de todos.

-En Jerusalén

A continuación entra Jesús en Jerusalén cabalgando sobre un asno, detalle importante.

-El asno

Cuando Salomón fue ungido rey de Israel, David lo hizo montar en su propia mula, vehículo real. Los emperadores y caudillos militares de Roma solían hacerlo a caballo, vehículo militar por excelencia. Jesús, que es identificado como rey, entra, sin embargo, montado en un asno, vehículo de la gente sencilla, aunque lo fue también de los patriarcas de Israel (Gn 49,11; 22,3; 14,3). Jesús es rey, pero no como los reyes del sistema mundano. Es un rey “sencillo”, esto es, “pacifista, amistoso, benigno”, como se deduce por la continuación de la profecía de Zacarías, pues éste “destruirá los carros de Efraín y los caballos de Jerusalén; destruirá los arcos de guerra y dictará paz a las naciones; dominará del Gran Río al confín de la tierra”. Este rey, paradójicamente, destruirá las armas para dictar una paz universal. Jesús se muestra de este modo como rey universal, pacifista y antibelicista, que diríamos hablando en terminología actual.

-Los mantos

Sin embargo, los discípulos y la gente, a pesar de lo que ven -un Jesús que cabalga sobre un asno-, siguen pensando en las categorías antiguas y hacen lo que cuenta el segundo libro de los Reyes (2, 9-13), cuando el profeta Eliseo envió a ungir rey al general Jehú, que estaba reunido con sus compañeros de armas. Al hacerse pública la noticia “inmediatamente cada uno cogió su manto y lo echó a los pies de Jehú sobre los escalones. Tocaron la trompeta y aclamaron: ¡Jehú es rey!”. En el evangelio de hoy son los discípulos los que “pusieron encima del asno los mantos” y fue “la mayoría de la gente la que se puso a alfombrar la calzada con sus mantos; otros la alfombraban con ramas que cortaban de los árboles y los grupos que iban delante y detrás gritaban: -¡Viva el Hijo de David!, -¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Sal 118,25-26), -¡Sálvanos desde lo alto!

-Las Ramas

Las ramas y los gritos recuerdan el salmo 118 que describe la entrada triunfal de un rey en el templo. El pueblo, presidido por los sacerdotes y levitas, participa en la ceremonia dando gritos de alegría y de acción de gracias. Al final de este salmo, precisamente, se dice: “Señor, danos la salvación; Señor, danos la prosperidad: -Bendito el que viene en nombre del Señor”, os bendecimos desde la casa del Señor… Ordenad una procesión con ramos hasta los ángulos del altar”.

Algo parecido tiene lugar en el libro de los Macabeos donde se dice que “el día veintitrés del mes segundo del año setenta y uno (141 a.C.) entraron los judíos en la acrópolis, entre vítores, con ramos de palma, cítara, platillos y arpas, con himnos y canciones porque había sido derrotado el mayor enemigo de Israel”(1 Mac 13,51).

-Tres aclamaciones

Tanto “los grupos que iban delante como los de detrás gritaban enfervorizados: -¡Viva el Hijo de David! -¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Sal 118,25-26). -¡Sálvanos desde lo alto!

En total, tres aclamaciones distintas. Veámosla una a una:

-¡Viva el Hijo de David!

Para la gente, Jesús es el Hijo de David, esto es, el descendiente o sucesor de David, rey guerrero y violento que había conquistado por la fuerza la ciudad de Jerusalén, instaurando la monarquía en el país. De Jesús, sus conciudadanos pensaban, tal vez, que iba a hacer otro tanto, poniendo fin a la dominación romana que tenía sometido al país. De hecho, diversos ciegos y la mujer cananea se dirigen a Jesús con este título en el evangelio de Mateo. Hemos de observar, no obstante, que llamar a Jesús “hijo de David” era un grito subversivo, pues los judíos no tenían rey desde la muerte de Herodes el Grande (4 a.C); su hijo Arquelao pretendió ser rey, pero César Augusto no le concedió este título. En tiempos de Jesús, Judea y Samaría eran gobernadas directamente por el procurador o prefecto romano Poncio Pilato. Proclamar a Jesús “hijo de David” equivalía a alentar la rebelión contra Roma, reivindicando una autoridad distinta del César para acabar con la dominación romana.

-Bendito el que viene en nombre del Señor

La segunda aclamación remite al salmo 118 que dice así: “Señor, danos la salvación; danos la prosperidad. Bendito en nombre del Señor el que viene, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios: él nos ilumina”. Hoy se canta esta canción para dar la bienvenida a cualquier peregrino que llega a Israel (Baruj haba’), pero el aclamado entonces no era un peregrino cualquiera, sino el Mesías esperado, que pondría fin a la espera del pueblo judío durante siglos.

-¡Sálvanos desde lo alto!

Esta tercera aclamación es una súplica a Dios para que, desde arriba, donde se encuentra su morada, intervenga salvando al pueblo de todo peligro. La biblias traducen: “Hosanna en las alturas”.

Unidas las tres aclamaciones entendemos que los participantes en esta procesión consideran a Jesús un mesías político-religioso, el Hijo o sucesor de David, que va a poner fin a la opresión y dominación extranjera.

[La procesión de Ramos

Este texto dio origen muy pronto a la procesión del Domingo de Ramos. Así, en el siglo IV, la peregrina Egeria describe cómo se celebraba este domingo en Jerusalén: “El obispo y la comunidad pasa la tarde anterior cantando en el Monte de los Olivos; hacia las cinco se lee el relato de la ‘Entrada de Jesús en Jerusalén’; luego inicia su marcha toda la comunidad, los niños con ramos y palmas; el obispo montado sobre un asno, cantando himnos y antífonas en dirección a la iglesia de la Anástasis (=resurrección, según los griegos ortodoxos, o del Santo Sepulcro, como la denominan los cristianos) para llegar a ella a la hora de la oración y el lucernario”.

Ahí arranca la historia de la procesión del Domingo de Ramos. La costumbre de la procesión de Ramos se extendió más tarde, desde Jerusalén y otras comunidades orientales, a Occidente, y desde finales de siglo se generalizó la costumbre. Con el tiempo, quizá ya desde el siglo X, Cristo era representado por el “asno de Ramos”, escultura de un asno a menudo trasportable con ruedas, sobre el que montaba Cristo.

Esta procesión se celebra hasta nuestros días en la Iglesia Católica. Tiene especial relieve en Jerusalén donde, partiendo del Monte de los Olivos, fuera de las murallas de la ciudad, pasa el Torrente Cedrón y entra por la Puerta de San Esteban, para llegar, atravesando la ciudad antigua, hasta la Basílica de la Anástasis o del Santo Sepulcro].

El profeta Jesús

Dice el evangelista Mateo que, al entrar en Jerusalén, la ciudad entera preguntaba agitada: -¿Quién es éste? Las multitudes contestaban: -Este es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea.

La reacción de la ciudad de Jerusalén al completo se describe con el verbo usado para designar los temblores de tierra: “agitada” (en griego, eseisthê, raíz verbal de la que proviene el préstamo castellano “seísmo”). Pero esta palabra no designa una explosión de alegría, sino más bien el sacudimiento producido por el temor, como el que envolvería más tarde a los guardias que custodiaban la tumba de Jesús que, al resucitar este, “temblaron (e-seisthêsan, el mismo verbo de antes, pero en plural) del miedo y se quedaron como muertos” (Mt 28,4). Algo parecido tuvo lugar también cuando toda la ciudad de Jerusalén quedó consternada con la noticia del nacimiento del Niño Mesías (2,3).

La pregunta, en sí neutral, “¿quién es este?” cobra una resonancia negativa. Las gentes del pueblo dieron su respuesta a los jerosolimitanos: “Este es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea”, el profeta anunciado en el libro del Deuteronomio (18,15.18), el segundo Moisés, pues para ellos el Mesías no representaba una ruptura con el sistema judío, sino una consolidación de las instituciones de Israel.

El templo, cueva de bandidos

Pero el evangelista no parece estar de acuerdo con esta opinión de las multitudes, pues refiere, a continuación, el enfrentamiento de Jesús con los dirigentes judíos narrando la expulsión de los mercaderes del templo, “casa de oración” que había pasado a ser “cueva de bandidos”, a la que acuden los judíos para tener seguridad.

Jesús derriba las mesas de los cambistas, declarando ilegítimo el comercio en el templo. El gesto de Jesús, por lo demás, toca un punto neurálgico: el sistema económico del templo, con su enorme aflujo de dinero procedente de los judíos de todo el mundo conocido, desde Mesopotamia hasta el occidente del Mediterráneo. Un templo en el que se explotaba principalmente a los pobres y en el que hasta el perdón de Dios se conseguía con dinero. Es de notar que las únicas palabras de Jesús en este relato van dirigidas a los cambistas y a los que vendían palomas, animales de bajo costo que los pobres ofrecían a Dios para conseguir el perdón de sus pecados.

Ciegos y cojos

Tras esto, dice el evangelista que se le acercaron en el templo ciegos y cojos y él los curó. Estos discapacitados eran discriminados por las autoridades religiosas, siendo excluidos del templo, cosa que sabemos también por los documentos de Qumrán (1QSa 2:5-8).

Jesús, los judíos y el templo

Ante el comportamiento de Jesús hacia los judíos y el templo, el evangelista Marcos precisa que “los sumos sacerdotes y los letrados andaban buscando cómo darle muerte prendiéndolo a traición, porque decían: -Durante las fiestas, no, no vaya a haber un tumulto en el pueblo” (Mc 14,1-2). Así, el tiempo que estuvo en Jerusalén, Jesús tomó la precaución de salir cada noche de la ciudad para ir a Betania, al otro lado del Monte de los Olivos, o de ponerse a buen recaudo en algunas de las cuevas que había en este monte, como dice el evangelista Lucas: “De día estaba enseñando en el templo, y salía a pasar la noche al monte que llaman de los Olivos” (Lc 21,37).

La traición de Judas consistió en que este -dice el evangelista Juan-, “conocía el lugar, porque muchas veces se había reunido allí Jesús con sus discípulos. Entonces Judas cogió la cohorte y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y llegó allí con faroles, antorchas y armas” (Jn 18,3) para prenderlo.

El enfrentamiento creciente de Jesús con las autoridades del templo, a saber, los sumos sacerdotes –la élite religiosa- y los saduceos –el poder económico- llevaría a estos a unirse al pueblo, de modo que todos, aliados con el poder político romano, terminaron asesinándolo.

Síntesis

Mateo nos presenta un mesías, hijo de David, pero no en continuidad de este, pues no está del lado de la violencia o la guerra: es un mesías sencillo, pacifista y antibelicista, que defraudó a todos; un rey que entra en Jerusalén a lomos de un asno y no de una mula o caballo como entraban los reyes o caudillos militares; un Jesús que no se identifica con los revolucionarios políticos que invitan a la sublevación contra los romanos.

Un Mesías así, que ataca al templo, corazón religioso y económico del sistema judío, terminó por quedarse solo, abandonado incluso de sus discípulos. Sólo unas mujeres lo siguieron a distancia hasta los pies de la cruz. Pero las mujeres entonces no tenían ni siquiera el valor de testigos.

Un final como este se veía venir…

Francisco y su “no” a la guerra

Francisco, este papa empeñado en que la iglesia vuelva al Evangelio del que nunca debería haberse apartado, ha entendido bien el talante sencillo, pacifista y antibelicista de Jesús de Nazaret. De ahí que su “no” tajante a la guerra y sus llamadas a la paz y a terminar con el comercio de armas sean constantes, más ahora cuando hemos pasado ya un año de la guerra de Ucrania, que tanta tragedia ha dejado de un bando y de otro.

Fratelli Tutti

Basta para ello con leer algunos párrafos de su encíclica Fratelli Tutti:

256. Hay quienes buscan soluciones en la guerra, que frecuentemente «se nutre de la perversión de las relaciones, de ambiciones hegemónicas, de abusos de poder, del miedo al otro y a la diferencia vista como un obstáculo». La guerra no es un fantasma del pasado, sino que se ha convertido en una amenaza constante. El mundo está encontrando cada vez más dificultad en el lento camino de la paz que había emprendido y que comenzaba a dar algunos frutos.

257. «La guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente»… Ya no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya. Ante esta realidad, hoy es muy difícil sostener los criterios racionales madurados en otros siglos para hablar de una posible “guerra justa”. ¡Nunca más la guerra!

259. Es importante agregar que, con el desarrollo de la globalización, lo que puede aparecer como una solución inmediata o práctica para un lugar de la tierra, desata una cadena de factores violentos muchas veces subterráneos que termina afectando a todo el planeta y abriendo camino a nuevas y peores guerras futuras. En nuestro mundo ya no hay sólo “pedazos” de guerra en un país o en otro, sino que se vive una “guerra mundial a pedazos”.

261. Toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal.

262. Las normas tampoco serán suficientes si se piensa que la solución a los problemas actuales está en disuadir a otros a través del miedo, amenazando con el uso de armas nucleares, químicas o biológicas. En este contexto, el objetivo último de la eliminación total de las armas nucleares se convierte tanto en un desafío como en un imperativo moral y humanitario… Y con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares, constituyamos un Fondo mundial, para acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres, de tal modo que sus habitantes no acudan a soluciones violentas o engañosas ni necesiten abandonar sus países para buscar una vida más digna.

El pensamiento de Francisco se ajusta bien a la concepción de Mesías que presenta el evangelio de Mateo, del que se conmemora hoy, Domingo de Ramos, su “Entrada en Jerusalén. Un Mesías que, en boca del profeta Zacarías, “dictará paz a las naciones”.

***

· Otro comentario sobre el evangelio del Domingo de Ramos (2022) puede leerse en

https://www.ibicla.org/post/tr%C3%A1gicos-meses-tambi%C3%A9n-hoy

· Reflexiones sobre la Eucaristía y sobre los signos que tuvieron lugar con ocasión de la muerte de Jesus en el evangelio de Mateo, así como un audio conferencia de Juan Mateos sobre el sentido de la eucaristía pueden encontrarse en este enlace:

https://www.dropbox.com/sh/091zfb9u5b1nzp3/AABQFzSD6GwPI75_osYDXqhWa?dl=0

· Comentarios recomendados:

Entre los comentarios al Evangelio de Mateo, que se lee este año en las iglesias, pueden consultarse los siguientes:

-Juan Mateos / Fernando Camacho, El Evangelio de Mateo. Lectura comentada. Ediciones Cristiandad.

-Ulrich Luz, El Evangelio según San Mateo. Tres volúmenes. Editorial Sígueme.

-José Luis Sicre, El Evangelio de Mateo. Un drama con final feliz. Editorial Verbo Divino.

-Xabier Pikaza, Evangelio de Mateo. De Jesús a la Iglesia. Editorial Verbo Divino.

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