Primer Domingo de Cuaresma
Primera lectura: Gen 2, 7-9; 3, 1-7:
–Creación y pecado de los primeros padres.
Sal 50: –Misericordia, Señor, hemos pecado.
Segunda lectura: Carta a los romanos: 5, 12-19
–Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
EVANGELIO
Mt 4, 1-11: Jesús ayuna cuarenta días y es tentado.
Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.
Lo demás huelga…
26 de febrero de 2023

Alero o Pinaculo del Templo.
Entonces fue conducido Jesús al desierto por el Espíritu, para que el diablo lo tentara. Ayunó cuarenta días con sus noches y al final sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: -Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Le contestó: -Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre, sino también de todo lo que diga Dios por su boca» (Dt 8,3).
Entonces se lo llevó el diablo a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: -Si eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque está escrito: «A sus ángeles ha dado órdenes para que cuiden de ti»; y también: «te llevarán en volandas, para que tu pie no tropiece con piedras» (Sal 91,11-12). Jesús le repuso: -También está escrito: «No tentarás al Señor tu Dios» (Dt 6,16).
Todavía lo llevó el diablo a un monte altísimo y le mostró todos los reinos del mundo con su gloria, diciéndole: -Te daré todo eso si te postras y me rindes homenaje. Entonces le replicó Jesús: Vete, Satanás, porque está escrito: «Al Señor tu Dios rendirás homenaje y sólo a él prestarás servicio» (Dt 6,13).
Entonces lo dejó el diablo; en esto se acercaron unos ángeles y se pusieron a servirle.
Una construcción literaria
La escena del evangelio de hoy es una construcción literaria del evangelista Mateo, cargada de simbolismos, con una serie de palabras-clave que ayudan a interpretarla: Espíritu, diablo-Satanás, desierto, cuarenta días y ángeles. Evidentemente que no se trata de un texto histórico, de algo realmente acaecido, pues nada de esto ocurre en la vida ordinaria, -por supuesto que ni Satanás ni los ángeles se presentan ya en la vida cotidiana – sino que se trata más bien de un relato que, escrito a la manera de una historia maravillosa, condensa lo que le sucedió a Jesús, no ya al principio de su ministerio público, sino durante su vida de rabino itinerante.
Tan es así que el evangelista más antiguo, Marcos, despacha esta escena en dos versículos, que pueden ser como el núcleo que, más tarde, ampliaría el evangelista Mateo, que escribió su evangelio siguiendo el guion literario de Marcos. El texto del relato de las tentaciones en el evangelio de Marcos dice así: “Inmediatamente el Espíritu lo empujó al desierto. Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás; estaba entre las fieras y los ángeles le prestaban servicio” (Mc 1,12-13). Por lo demás, Satanás no aparece más en el evangelio de Marcos tentando a Jesús. Las tres veces restantes en las que se encuentra el verbo “tentar” en este evangelio tienen por sujeto a los fariseos, que ejercen de Satanás, desmitificando de este modo el evangelista la figura del diablo, al identificarla con los verdaderos adversarios de Jesús (cf. Mc 8, 11-12; 10,1-9 y 12,12-17).
El desierto
La escena de las tentaciones tiene lugar después de que, con ocasión del bautismo de Jesús, una voz del cielo dijese: “Tu eres mi hijo, el amado, en ti he puesto mi favor” (Mt 3,17). A continuación sería de esperar que Jesús, guiado por el Espíritu que había descendido hasta él como paloma que viene a su nido, comenzase su misión, llamando a los primeros discípulos, pero el evangelista Mateo, que considera a Jesús el nuevo Moisés, dice sorprendentemente que “fue conducido al desierto por el Espíritu para que el diablo lo tentase” (Mt 4,1).
Llama la atención que el evangelista no indique de qué desierto se trata, como hizo cuando comenzó a predicar Juan Bautista en el desierto de Judá. El desierto, sin más indicación, para Mateo, es el lugar donde el antiguo pueblo de Dios comenzó su éxodo o salida, marchando durante cuarenta años hacia la tierra prometida. Jesús comienza ahora su éxodo hacia la muerte-resurrección, tema del que hablaría con Moisés y Elías en el monte de la transfiguración. Su ayuno va a durar cuarenta días, rememorando también el ayuno de Moisés, antes de entregar las Tablas de la Ley al pueblo (Éx 34,28; Dt 9,9-11) y el de Elías, antes de subir al monte Horeb para encontrarse con Dios (1 Re 19,8), las dos grandes figuras del Antiguo Testamento que representaban la Ley y los Profetas.
Satanás
“Y al final sintió hambre”, dice el evangelista, momento en que se hace presente el tentador, llamado Satánas o el diablo, con la finalidad de desviar a Jesús de su modo de ser mesías, para someterlo a tres tentaciones: 1) convertir piedras en panes, 2) superar la barrera de lo imposible protagonizando un aterrizaje sin paracaídas desde el alero del templo al torrente Cedrón, precipicio de más de cien metros de altura, y 3) hacerse con el dominio del mundo, mostrándole desde un monte altísimo todos los reinos de la tierra.
Jesús va a superar esta triple tentación, gracias a la fuerza que le ha comunicado el Espíritu Santo en el bautismo. Y va a demostrar de ese modo en qué sentido puede considerársele “Hijo de Dios” así como “qué clase de Mesías quiere ser”. De ahí que las dos primeras tentaciones comiencen con la frase de Satanás a Jesús: “Si eres hijo de Dios”…
Ya desde el principio, el lector intuye que Jesús no aceptará las propuestas de Satanás, sino que, por el contrario, citando pasajes de la Biblia que son aplicables al mesías y al pueblo de Israel, indicará el camino que va a seguir como mesías y por el que deben transitar también sus discípulos.
Poco entendemos de este relato si nos quedamos en su letra. Su significado es más profundo. Veámoslo a continuación.
“No solo de pan vive el hombre…”
“Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes”. Según el tentador, que en la tercera tentación lleva el nombre de Satanás, está en manos de Jesús satisfacer su hambre. Bastaría con utilizar el poder divino en provecho propio. Pero a Jesús no le pareció lícito. Él había venido para implantar el reinado de Dios -ese nuevo orden donde impera la fraternidad entre los seres humanos ‑, pero este no puede ser fruto de malabarismo milagrero, ni Jesús se consideraba un prestidigitador de turno.
Dios no quiere estos métodos inusitados, y no es partidario, al parecer, de milagros extraordinarios… El verdadero milagro que hará Jesús será el de dar de comer al pueblo, invitando a los discípulos a repartir, en dos escenas diferentes, los panes y los peces: la primera tiene lugar entre judíos (primer reparto de panes y peces, mal llamado multiplicación, Mt 14,15-23) y la segunda, entre paganos (segundo reparto de panes y peces, Mt 15,32-38), significando con esto que el Dios de Jesús quiere una humanidad unida, pues es un Dios que, por su medio, da de comer por igual a judíos y paganos, para hacer de estos dos mundos uno.
Pero la abundancia de alimento no será efecto de un despliegue de poder, sino del compartir entre todos lo que se tiene. Satanás quiere llevar a Jesús a actuar prescindiendo del plan de Dios, lo que equivale a una actitud de ateísmo práctico. Para Jesús, sin embargo, no basta la prosperidad material, pues el desarrollo pleno del ser humano está en la fidelidad a la palabra de Dios, pero este no llegará si no se derriba el pilar del consumismo sin límite y del materialismo dominante sobre los que se alza como valor supremo esta sociedad neoliberal y capitalista.
Nuestra sociedad debe emprender cuanto antes el camino de la solidaridad universal, para hacer posible que todos se puedan sentar a la mesa de la vida, como en el doble relato del reparto de panes y peces, en el que hubo alimento para todos y sobró.
“No tentarás al Señor tu Dios”
La segunda tentación se sitúa en la ciudad santa de Jerusalén, en el alero del templo, desde donde se esperaba que se manifestaría el Mesías, para derrotar acto seguido a los paganos y restaurar la gloria del pueblo elegido: “-Si eres Hijo de Dios, -le dice Satanás- tírate abajo; porque está escrito: «A sus ángeles ha dado órdenes para que cuiden de ti»; y también: «te llevarán en volandas, para que tu pie no tropiece con piedras» (Sal 91,11-12).
Esta segunda tentación consiste en hacer que Jesús se acomode a lo que se pensaba entonces que sería el Mesías, un mesías de triunfo, tirándose desde aquella altura sin que le pasase nada, para probar con este hecho prodigioso ante el pueblo que Dios estaba con él. Y para ello, Satanás cita el salmo 91,11-12, que trata de la protección que Dios dispensa a sus fieles, librándolos de toda desgracia.
Pero lo que pide el diablo a Jesús es que provoque esa situación de peligro para forzar la intervención de Dios. Jesús no acepta esta provocación providencialista, innecesaria y carente de sentido. No es amigo de espectáculos baldíos, ni está por quien hace de la vida un ejercicio circense. De haberlo hecho, hubiese sido Jesús quien habría tentado a Dios, que colabora con el ser humano según las circunstancias que se le presentan, pero que no ha prometido apoyar actos de temeridad, absolutamente innecesarios. “No tentarás al Señor, tu Dios” es la respuesta de Jesús al tentador.
Al Señor tu Dios rendirás homenaje y sólo a él prestarás servicio»
La tercera tentación tiene lugar en un monte altísimo, considerado en la antigüedad bíblica, como el lugar de la divinidad. Desde allí se contemplan todos los reinos del mundo, no solo el reino de Israel. La oferta de Satanás es atractiva: le dará autoridad para dominar todos los reinos del mundo a precio de rendirle homenaje.
Tampoco estaba Jesús de acuerdo con esta tercera propuesta. Por eso dice a Satanás: “Al Señor tu Dios rendirás homenaje y sólo a él prestarás servicio”. Escalar el poder, concentrándolo en una persona, no es el camino para hacer un mundo de hermanos. El poder, antes o después, produce esclavos en serie, engendra la dominación de unos sobre otros. Por otra parte, lo de Jesús no era mandar, sino servir.
La tentación del poder
Si de las tres tentaciones hubiese que quedarse con una, esta es la del poder, la primera y principal que todos tenemos que vencer como personas, como sociedad o como iglesia, si queremos hacer un mundo igualitario y fraterno… Porque esta tentación del poder tienta a todos a lo largo de la vida, como comenté el año pasado con ocasión del relato de las tentaciones según Lucas, evangelista que sigue a Mateo en esta escena, aunque invierte el orden de la segunda y tercera tentación.
El deseo de poder, comenta José Antonio Marina en su libro “La pasión del poder”, “es la más violenta pasión humana. No es de extrañar, pues, que su ejercicio, sus secretos, sus biografías, aviven nuestra curiosidad. La gente admira y teme al poderoso… El poder no provoca sólo rechazo, sino también atracción…”. Es una tentación que asedia a todos, a veces sutilmente”:
–Asedia a los ciudadanos de a pie: en sus relaciones afectivas, en los amores y odios, en las amistades, en las familias, en las empresas, en los sindicatos e incluso en los movimientos ciudadanos. En la vida de cada día podemos correr el peligro de ejercer hacia los demás una posición de dominio y no de servicio, anulando al otro y haciéndolo sujeto dependiente, privado de libertad.
– Asedia a los gobernantes y a los partidos políticos que los apoyan, que caen en ella cuando, con frecuencia, a precio de conseguirlo y de derrocar al opositor, al que se suele considerar más enemigo que adversario, frecuentan el camino del “todo vale” para lograrlo, incluida la mentira, la calumnia, la ofensa o el desprecio rayano en el odio.
No resulta fácil en estos momentos resistirse a las insinuaciones del poder cuando suenan cantos de sirena que prometen regresar a un orden social autoritario dando respuestas simplistas a problemas tan complejos como son la inclusión de los inmigrantes, la homosexualidad, el feminismo, el movimiento LGTBI, el laicismo, el ecologismo o la crisis de confianza en la democracia representativa, entre otros muchos desafíos.
-Asedia al poder económico, con las multinacionales, que imponen la necesidad de un crecimiento económico expansivo y constante. Un crecimiento sin límites que se ha convertido en un imperativo para poder conseguir el máximo beneficio, concentrando el capital cada vez más en manos de menos gente, cuyo rostro apenas aparece, y condenando a una inmensa mayoría de los ciudadanos a la precariedad o incluso a las carencias más absolutas que hacen imposible una vida digna.
Estos días hemos tenido en España el mal ejemplo del Presidente de la Confederación Española de Organismos Empresariales (CEOE) que, al tiempo que pedía moderación en los salarios y no apoyaba la subida del salario mínimo interprofesional un 8% hasta los 1.080 euros brutos al mes en 14 pagas, él mismo se subía el sueldo hasta la cantidad de 400.000 euros brutos anuales, un 9% más que hace cuatro años.
-La tentación del poder asedia también a la Iglesia, llamada a seguir el camino de Jesús, que no debe aspirar a ser más que su maestro, dando como él, de una vez por todas, un triple y rotundo no al diablo, para llevar como principal ideario de vida desvivirse por aquellos que han quedado a la vera del camino de la sociedad de consumo. Al fin y al cabo, Jesús no hizo otra cosa más importante en su vida que esta. Cuando el libro de los Hechos resume su vida lo hace con esta frase que nunca deberíamos olvidar: “Pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hch 10,38).
No al poder
El papa Francisco, hace años, pronunció estas palabras en una homilía, visitando el Santuario de Jasna Gora en Polonia (28-07-2016): “Jesús prefiere instalarse en lo pequeño, al contrario del hombre, que tiende a querer algo cada vez más grande. Ser atraídos por el poder, por la grandeza, y por la visibilidad es algo trágicamente humano, y es una gran tentación que busca infiltrarse por doquier; en cambio, donarse a los demás, cancelando distancias, viviendo en la pequeñez y colmando concretamente la cotidianeidad, esto es exquisitamente divino”.
Como comenté el año pasado con ocasión del relato de las tentaciones en Lucas, Jesús venció de este modo la triple prueba: ni utilizó a Dios en provecho propio, ni buscó lo espectacular, ni luchó por conseguir el poder al que siempre renunció, antes bien huyó y desconfió del ruido de las multitudes que querían hacerlo rey (Jn 6,15), consciente de que el bien no hace ruido y el ruido no hace bien…
Para Jesús, la vida es más que el pan; no hay que atreverse a tentar a Dios pidiéndole espectáculos gratuitos, ni hay que rendir pleitesía a nadie debajo de Dios. Con nada de eso se libera al pueblo.
Amar y servir
Dios no reina entre tanto fuego de artificio y, para cumplir la tarea de implantar el reinado de Dios aquí abajo, sólo hay un duro, pero gratificante camino: amar al prójimo, incluso cuando este es nuestro enemigo, y servir sin aspavientos. Lo demás huelga…
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