Una ventana de oportunidad

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario

Primera lectura: Habacuc 1, 2-3; 2, 2-4.
Salmo 94
Segunda lectura: 2ª Timoteo 1, 6-8. 13-14

EVANGELIO
Lucas 17,5-10

Una ventana de oportunidad

02 de octubre de 2022

Vista de Jerusalen desde el Dominus Flevit.

Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.

Los apóstoles le pidieron al Señor:

-Auméntanos la fe. El Señor contestó: -Si tuvierais una fe como un grano de mostaza, le di­ríais a esa morera: “Quítate de ahí y tírate al mar” y os obedecería.

Pero suponed que un siervo vuestro trabaja de labra­dor o de pastor. Cuando vuelve del campo, quién de vo­sotros le dice: -Pasa corriendo a la mesa. No, sino que le decís: “Prepárame de cenar, ponte el delantal y sírveme mientras yo como; luego comerás tú”. ¿Tenéis que estar agrade­cidos al siervo porque hace lo que se le manda? Pues vosotros lo mismo: cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos he­cho lo que teníamos que hacer.

Fe como un grano de mostaza

En el evangelio de hoy, Jesús recrimina a sus discípulos su falta de fe: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza…”, les dice. La mostaza es una semilla pequeña del tamaño de una cabeza de alfiler y, en este texto, es el símbolo de los comienzos del reinado de Dios en la tierra a partir de los valores del evangelio, en apariencia humanamente insignificantes.

El texto continúa: “Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a esta morera -Arráncate de cuajo y plántate en el mar y os obedecería”. La morera, como la higuera (Lc 13,6-9) representa a la sociedad injusta y explotadora del ser humano, encarnada en la institución judía que regentaba el templo de Jerusalén. Para el que cree en la utopía del reino no hay obstáculo insalvable. Un mínimo de fe es suficiente para poner a disposición del discípulo la fuerza transformadora de Dios.

En el evangelio de Mateo, este texto de Marcos se sitúa después de una escena en la que Jesús cura a un niño epiléptico –un endemoniado en aquel tiempo- porque los discípulos no habían podido hacerlo. Tras curarlo, estos preguntan a Jesús: “¿Por qué razón no pudimos hacerlo nosotros?”. Y Jesús les contesta: “Porque tenéis poca fe. Os aseguro que si tuvierais fe como ese grano de mostaza, le diríais a ese monte que se moviera más allá y se movería. Nada os sería imposible” (Mt 17,19-21). Algunos comentaristas dicen que Jesús se refería al monte santo de Jerusalén donde se encontraba el templo con su sistema religioso, político y económico reaccionario, inamovible, legalista, opresor del pueblo y en connivencia con los poderes políticos.

Una ruptura radical

Con estas dos comparaciones (morera / monte) Jesús indica a los apóstoles que la fe exige una ruptura radical con la institución judía y con sus principios, una ruptura tal que incluya el deseo de su desaparición o de su alejamiento de ella (“tírate al mar” / “que se moviera más allá”).

Con ese deseo deberían anunciar los apóstoles la buena nueva de Jesús, el evangelio. Pero estos no tienen la fe que hace falta y, por eso, no progresan en la misión, ni pueden expulsar demonios, o lo que es igual, liberar a los seres humanos de las ideologías que los esclavizan.

Siervos, no, sino hijos

Como en este momento de la vida de Jesús, los apóstoles no han roto todavía con los principios de judaísmo, Jesús quiere mostrarles a qué reducen su relación con Dios, atacando con ello la doctrina farisea de la observancia servil de la Ley (“Lo que se le manda”). El siervo no tiene derechos (“Prepárame de cenar”). Si los discípulos siguen los principios fariseos, después de haber observado fielmente la Ley (“lo que se os ha mandado”) no serán ante Dios más que unos pobres siervos (lit.: “siervos inútiles”) en vez de “hijos del Altísimo” (Lc 6,35), como corresponde a los ciudadanos del reino, o lo que es igual, a los miembros de la comunidad cristiana. En conclusión, para cambiar el sistema es necesario “tener fe como un grano de mostaza”.

¿En qué consiste la fe?

Y ¿qué es la fe?, ¿qué es creer en Jesús de Nazaret?, podemos preguntarnos. “Creer” se dice en griego pistéuô, y “fe” se designa con el sustantivo pistis, derivado de este verbo. Tanto el verbo como el sustantivo se deben traducir mejor que por “creer” por “dar la adhesión a alguien y a su estilo de vida, fiarse de o confiar en alguien”. La fe consiste precisamente en adherirse al programa liberador de Jesús, expresado en el discurso programático en la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor descansa sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año favorable del Señor” (Lc 4,18-19; cf. 61,1-2). “Creer o tener fe” es llevar un estilo de vida parecido al del maestro nazareno, siempre vuelto hacia aquellos a los que la sociedad margina y descarta que, en el texto de Isaías citado por Jesús, son los pobres, los ciegos, los oprimidos, a los que hay que anunciarles la buena noticia de su liberación, esto es, de todo lo que los mantenía en los márgenes de la sociedad, y hacer que se integren de nuevo en el pueblo y en la sociedad que los tenía excluidos. En esto consiste la buena noticia o evangelio que Jesús anuncia.

Dominar, no; servir, sí…

Pero los discípulos de Jesús iban por otros derroteros: ellos esperaban que este fuese un mesías de poder, el esperado por un sector amplio del judaísmo, el hijo o sucesor de David, o lo que es igual, que Jesús fuese rey de Israel, liberador del pueblo elegido, triunfador y vengador de los pueblos paganos. Ellos anhelaban, en cierto sentido, más de lo mismo: tener la sartén del poder por el mango para dominar y no para servir hasta dar la vida; por eso, los dos hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, hacen esta petición a Jesús cuando se dirigía a Jerusalén, donde iba a ser asesinado: -“Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda el día de tu gloria” (Mc 10,37). “El día de tu gloria” es el día en que Jesús fuese proclamado rey, al estilo de los reyes de la tierra.

Pero Jesús no se identifica con esta manera de ser, ni tiene ese deseo de poder y. por eso, más adelante, proclama: –“Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las dominan, y que sus grandes les imponen su autoridad. No ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera hacerse grande entre vosotros ha de ser servidor vuestro, y el que quiera entre vosotros ser primero, ha de ser siervo de todos; porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para ser servido, sino para servir y para dar la vida en rescate por todos” (Mc 10,42-45). Jesús no es un rey como los reyes de la tierra, es más bien “el Hijo del hombre” o, dicho con otras palabras, el modelo de hombre en el que Dios –un Dios que es amor, lo más opuesto que puede haber al poder- se manifiesta, un mesías dispuesto a dar la vida por amor.

¿Cuántos son los cristianos?

Según esto podemos preguntarnos cuántos se pueden llamar cristianos en la actualidad, pues la verdadera fe no se puede limitar a aceptar un cúmulo de verdades formuladas en el Credo, que, lamentablemente, habla del nacimiento de Jesús, de su pasión, muerte, resurrección y ascensión e ignora por completo todo el período de su vida como predicador ambulante por las aldeas del norte de Palestina con una o varias incursiones en Jerusalén. En esta ciudad residía el corazón de un sistema religioso en el que hasta el perdón de Dios se obtenía con dinero: “No convirtáis la casa de mi Padre en una casa de negocios”, dice Jesús tras expulsar a los mercaderes del templo en el evangelio de Juan (2,16), o “en una cueva de bandidos” según los otros evangelistas (Mc 11,18; Mt 21,17; Lc 19,46).

Luchar contra el sistema mundano

Pero creer no es solo luchar contra el sistema religioso en la medida en que este se aparte del evangelio, sino –y muy especialmente- luchar contra el sistema mundano, en general, regido por una tríada de dioses que podemos denominar como “poder, prestigio y dinero”, los dioses del capitalismo y en su expresión más reciente, del neoliberalismo.

Sí a la utopía

Me llega hoy de la librería Meta de Madrid, el excelente libro de Boaventura de Sousa Santos, titulado El futuro comienza ahora. De la pandemia a la utopía (Editorial Akal, Madrid 2021), en el que su autor, partiendo de la experiencia de la pandemia, quiere conducirnos a la utopía de un mundo nuevo que rompa con los valores de este. Es precisamente en este mundo en el que estamos sumergidos, con tantas oscuridades, donde el autor distingue ya “las semillas de una esperanza emergente, el florecimiento de alternativas que se van multiplicando en el mundo y a las que ni el conocimiento dominante ni los medios dominantes prestan la debida atención”, pero a las que debemos prestar gran atención los seguidores de Jesús junto con tantos otros que sueñan firmemente en que “otro mundo es posible” en el que no domine, como ahora, ni el capitalismo neoliberal, ni el colonialismo, ni el sistema patriarcal, que son sus señas de identidad.

Boaventura de Sousa dice con una expresión que podemos tildar de “profética” que debemos concebir la civilización actual como “una forma de barbarie”, aunque la hayamos llamado “progreso”.

Otros modelos de convivencia

Hoy son más que nunca necesarios otros modelos de vida en un planeta finito en recursos naturales y, por tanto, agotables; otros modelos de sociabilidad que garanticen un equilibrio dinámico entre el individuo y la comunidad, entre lo real y lo que todavía no ha llegado, pero que está por llegar; otros modelos que eliminen la desigualdad entre hombre y mujer y entre los seres humanos entre sí, que acaben con la discriminación, la violencia y la destrucción de la naturaleza; otros modelos que acaben con la desigualdad económica fuera de control entre los que habitamos el planeta. Según el informe de Oxfam (2020,2), en 2019, los multimillonarios del mundo, -un pequeño grupo de 2.153 personas-, poseían más riqueza que 4.600 millones de personas, desigualdad que se ha hecho más profunda con la pandemia y continúa aumentando con la guerra de Ucrania y el incremento de la carestía de la vida.

¿Una utopía inalcanzable?

La verdad es que luchar contra este sistema basado en el capitalismo neoliberal, a los ciudadanos de a pie nos parece una tarea imposible, una utopía inalcanzable. Pero hoy más que nunca cobran actualidad las palabras de Jesús, invitándonos a soñar: “Si tuvierais una fe como un grano de mostaza, le di­ríais a esa morera: -Quítate de ahí y tírate al mar, y os obedecería”.O lo que es igual, si siguierais mi camino, si vivierais según el evangelio, tendríais la fuerza de Dios para ir cambiando este sistema mundano en el que, por poner solo un ejemplo, existen ya 850 millones de pobres en la tierra. Pero cambiar este mundo, no de golpe, ni de arriba abajo, sino de abajo arriba, sembrando ese grano de mostaza que, poco a poco, puede sazonar una nueva convivencia humana en la que hombre y mujer sean iguales, en la que estemos todos al servicio de los más desfavorecidos y en paz con la naturaleza.

Un grano de fe-mostaza

Para este nuevo mundo por venir, cada uno de nosotros puede aportar, en la medida de sus posibilidades, este grano de fe-mostaza que terminará, sin duda, sazonando la convivencia humana y haciendo posible –lo que parece imposible- un nuevo mundo no capitalista, no colonialista y no patriarcal, o lo que es igual, un mundo de hermanos donde reine la igualdad y no haya ni individuos ni pueblos excluidos de la mesa de la vida. Un mundo en el que lo que está sucediendo ahora –la pandemia, la guerra de Ucrania- sea más que una tragedia –que lo son, sin lugar a dudas- “una ventana de oportunidad” para un cambio sustancial del sistema, como he oído afirmar a Noam Chomsky, -el famoso filólogo y avanzadilla de la izquierda internacional- a sus 93 años de edad, en una entrevista en la Cadena Ser (24 de Septiembre de 2022, programa “A vivir que son dos días). Os recomiendo que la oigáis.

Se encuentra en este enlace:

https://cadenaser.com/a-vivir-que-son-dos-dias/a-vivir-que-son-dos-dias-la-entrevista-con-jose-marti-gomez/


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