Formulaciones extremas

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

Primera lectura: Sabiduría 9, 13-18.
Salmo 89
Segunda lectura: Filemón 9b-10. 12-17.

EVANGELIO
Lucas 14,25-33.

Formulaciones extremas

04 de septiembre de 2022

SANTUARIO DE LAS BIENAVENTURANZAS. GALILEA.

Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.

Lo acompañaban por el camino grandes multitudes; él se volvió y les dijo:

-Si uno quiere venirse conmigo y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus her­manos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser discí­pulo mío.

-Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípu mío. Ahora bien, si uno de vosotros quiere construir una casa, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? Para evitar que, si echa los ci­mientos y no puede acabarla, los mirones se pongan a bur­larse de él a coro diciendo: “Este empezó a construir y no ha sido capaz de acabar”. Y si un rey va a dar batalla a otro, ¿no se sienta primero a deliberar si le bastarán diez mil hombres para hacer frente al que viene contra él con veinte mil? Y si ve que no, cuando el otro está todavía lejos, le envía legados para pedir condiciones de paz.

-Esto supuesto, todo aquel de vosotros que no renun­cia a todo lo que tiene no puede ser discípulo mío.

Para escribir este comentario he entrado en el informativo español de la web “Vatican News” a la búsqueda de cifras de católicos o bautizados en el mundo. Y encuentro una crónica de Tiziana Campisi (Ciudad del Vaticano) que lleva este “triunfalista” titular: “Los católicos crecen en el mundo: son mil trescientos cuarenta y cinco millones”. Y siento cierto alivio, pues yo creía que la religión católica iba a menos. Sigo leyendo y selecciono algunos de los datos que presenta esta web tomados del Anuario Pontificio 2021 y del Annuarium Statisticum Ecclesiae 2019, editados por la Oficina Central de Estadísticas de la Iglesia y publicados por la Tipografía Vaticana: “Entre 2018 y 2019 los bautizados fueron el 17,7% de la población mundial. En el mismo periodo hay un aumento de sacerdotes, pero una disminución de seminaristas, religiosos y religiosas, aunque crece el número de diáconos.

A partir de 2018, hay dieciséis millones más de católicos en el mundo. En total había mil trescientos cuarenta y cinco millones de católicos registrados a finales de 2019, es decir, el 17,7% de la población mundial. El análisis geográfico de las variaciones en el bienio 2018-2019 muestra un aumento del 3,4% en África, del 1,3% en Asia, del 1,1% en Oceanía y del 0,84% en América, mientras que en Europa se produce un ligero descenso. En las 3.026 Circunscripciones Eclesiásticas, a finales de 2019 había 5.364 obispos, con lo que América y Europa siguen representando el 68,8% del total mundial, seguidas de Asia (con el 15,2%), África (13,4%) y Oceanía (2,6%)…

Por su parte, el número de sacerdotes crece levemente en el bienio 2018-2019: en total son 414.336 o sea 271 más. Frente a los importantes aumentos de África y Asia (con incrementos relativos del 3,45% y el 2,91%), en Europa y América se produce un descenso, respectivamente del 1,5% y de aproximadamente medio punto porcentual. África y Asia aportan conjuntamente el 28,9%, mientras que Oceanía se mantiene relativamente estable con algo más del 1,1%. Europa disminuye significativamente: en 2018, los 170.936 sacerdotes europeos representaban casi el 41,3% del total del grupo eclesiástico, mientras que un año después bajan al 40,6%.

Las vocaciones sacerdotales siguen bajando: los candidatos al sacerdocio en el planeta pasan de 115.880 en 2018, a 114.058 en 2019, un descenso del 1,6%. En Europa la variación es del -3,8%, en América del -2,4% y en Asia del -2,6%. Pero en África el número de seminaristas mayores, siempre en el bienio analizado, pasa de 32.212 a 32.721, mientras que en Oceanía, en 2019, es un 5,2% inferior al año anterior. El continente con mayor número de seminaristas es Asia (33.821), seguido de África (32.721), América (30.664), Europa (15.888) y Oceanía (964). La población de diáconos permanentes sigue, en cambio, mostrando una importante y alentadora dinámica evolutiva: aumentan, en 2019, un 1,5%.

También disminuye el número de religiosos profesos que no son sacerdotes; en 2018 eran 50.941, en 2019 son 50.295… Las religiosas profesas también están en franco descenso. A nivel global, pasan de 641.661, en 2018, a 630.099 en 2019, un descenso relativo del 1,8%. Pero mientras África es el continente con mayor incremento, con un 1,1%, las tres áreas continentales restantes comparten una contracción muy marcada. En América, los religiosos profesos pasan de 160.032 a 154.717; en Europa, de 224.246 a 216.846 y en Oceanía, de 6.999 a 6.718.

Perdón por tanto dato. Pero creo que es interesante tener una perspectiva global de por dónde va la Iglesia católica en el mundo. Los datos son concluyentes: la religión católica tiene un fuerte predominio en nuestro mundo actual. Claro que las estadísticas son del número de bautizados… Estas cifras no nos dicen cuántos de los bautizados cumplen en sus vidas con las condiciones que Jesús pide a sus seguidores. De esto, ciertamente, no tenemos –ni tal vez podamos tener- estadísticas. Menos mal. Pues así como el número de católicos ha aumentado en el mundo, tal vez no podamos decir que ha aumentado el número de seguidores de Jesús.

Y es que para ser católico –que no es igual que ser cristiano o seguidor de Jesús de Nazaret- la Iglesia exige en realidad muy poco. Por lo común, se bautiza a los niños recién nacidos, y apenas se exige nada a sus padres; todo lo más, la asistencia a unas charlas preparatorias del acto del bautismo y el vago compromiso de actuar en cristiano, educando al niño según la Ley de Dios y de la Iglesia.

Sin embargo, esto no era así al principio. Para ser cristiano, o lo que es igual, discípulo y seguidor de Jesús, este ponía unas duras condiciones que llevaban a pensárselo seriamente a quien quería ser su discípulo. Pocos seríamos cristianos si, para ello, tuviéramos que cumplir a raja tabla las tres condiciones exigidas por Jesús a sus discípulos:

-‑Primera condición:

“Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a sí mismo, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,26). Para el evangelista Lucas, el discípulo debe subordinarlo todo a la adhesión al maestro o, lo que es igual, a creer en él. Si en el propósito de instaurar el reinado de Dios, evangelio y familia entran en conflicto, de modo que ésta impida la implantación de aquél, la adhesión a Jesús tiene la preferencia. Jesús y su plan de crear una sociedad alternativa al sistema mundano están por encima de los lazos de familia. En otro lugar dice el evangelista Lucas que “llegó su madre con sus hermanos, y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. Una multitud estaba sentada en torno a él. Le dijeron: -Mira, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera. Él les replicó: -¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él, dijo: -He aquí mi madre y mis hermanos. Quienquiera que lleve a efecto el designio de Dios, ése es hermano mío y hermana y madre”.

En este texto se da un claro contraste entre la familia de Jesús que se queda fuera y los que están sentados en corro en torno a él, esto es, los que creen en él y se han adherido a su enseñanza. La madre y los hermanos representan en este pasaje al antiguo Israel del que procede Jesús y a los judíos de su comarca. Jesús no sale fuera, sin embargo, sino que se vuelve a los que están sentados en torno, indicando que va a crear una nueva familia, independiente de la raza que sean, o del pueblo al que pertenezcan, formada por “quienes cumplen el designio de Dios”, o lo que es igual, quienes se adhieren a su estilo de vida. Jesús no se considera vinculado a su pueblo (madre, hermanos) que rechaza el mensaje (“que están fuera y que quieren que salga del círculo de seguidores”), sino a cualquiera que le dé su adhesión.

Con anterioridad a esta escena dice el evangelista que “fue a casa, y se reunió de nuevo tal multitud de gente que no podían ni comer. Al enterarse los suyos se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio” (Mc 3,21). Y también los letrados decían de Jesús: “Tiene dentro a Belcebú” (Mc 3,22) y más adelante: “Es que iban diciendo: -Tiene un espíritu inmundo” (Mc 3,30). Para el antiguo Israel, que rechaza a Jesús, este se identifica con Satanás. De esa misma idea participan sus discípulos a lo largo del evangelio en el que Jesús llega a llamar a Pedro nada menos que “Satanás” al que era representante del grupo de los doce, pero partícipe de la doctrina oficial de los fariseos” (Mc 8,33).

–Segunda condición:

“Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío (Lc 14,27). Cargar con la cruz se ha entendido como aceptar las dificultades de la vida con resignación, e incluso en sentido más positivo, sacrificarse por los demás. Pero no se trata de hacer sacrificios o mortificarse, que se decía antes. No. Se trata simplemente de aceptar que la adhesión a Jesús conlleva la persecución por parte de la sociedad, persecución que hay que aceptar y sobrellevar como consecuencia del seguimiento. Por eso hay que pensárselo seriamente antes para no hacer el ridículo. “Ahora bien, si uno de vosotros quiere construir una torre ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? Para evitar que, si echa los cimientos y no puede acabarla, los mirones se pongan a burlarse de él a coro, diciendo: -Este empezó a construir y no ha sido capaz de acabar-. Y si un rey va a dar batalla a otro, ¿no se sienta primero a deliberar si le bastarán diez mil hombres para hacer frente al que viene contra él con veinte mil? Y si ve que no, cuando el otro está todavía lejos, le envía legados para pedir condiciones de paz.” No hay que precipitarse. Hay que sopesar las fuerzas a la hora de decidir hacerse discípulo suyo.

–Tercera condición:

Por si fuera poco dar la preferencia más absoluta al plan de Jesús y estar dispuesto a sufrir persecución por ello, el evangelio continúa: “Esto supuesto, todo aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío.” Casi nada. Así como suena. Renunciar a todo lo que se tiene es condición para ser discípulo de Jesús, pues esta renuncia es el camino idóneo para poner fin a una sociedad injusta en la que unos acaparan en sus manos los bienes de la tierra que otros necesitan para sobrevivir. Sólo desde el desprendimiento se puede hablar de justicia, sólo desde la pobreza se puede luchar contra ella. Sólo desde ahí se puede construir la nueva sociedad, el reino de Dios, erradicando la injusticia de la tierra.

Para quienes quitamos con frecuencia el aguijón al evangelio, para quienes nos gustaría que las palabras y actitudes de Jesús fuesen menos radicales, leer estos textos resulta muy duro, pues el Maestro nazareno es tremendamente exigente.

Las condiciones que exige Jesús a sus seguidores, no obstante, son formulaciones extremas, representan la utopía, la meta a la que hay que tender. Pero, de hecho, se comienza a ser seguidor de Jesús cuando uno se pone en el sendero que conduce a la meta. No debe cundir, por tanto, el desánimo. Antes bien, de cada uno de nosotros depende dar los pasos necesarios para alcanzar la meta, aunque nos lleve toda una vida. En esto consiste realmente ser cristiano o seguidor de Jesús, algo realmente muy distinto de ser católico o estar bautizado.

Vatican News:

https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2021-03/cattolico-crecen-en-el-mundo-1345-millones.html


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