Rezar, ¿para qué?

XVII Domingo del Tiempo Ordinario

Primera lectura: Génesis 18, 20-32.

Salmo 137.

Segunda lectura: Colosenses 2,12-14

EVANGELIO

Lucas 11,1-13

Rezar, ¿para qué?

24 de julio de 2022

Hombre rezando en el Muro de las lamentaciones.

Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.

Una vez estaba él orando en cierto lugar; al terminar, uno de sus discípulos le pidió: -Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.
El les dijo: -Cuando oréis, decid:
“Padre, proclámese ese nombre tuyo, llegue tu reinado;
nuestro pan del mañana dánoslo cada día
y perdónanos nuestros pecados,
que también nosotros perdonamos a todo deudor nuestro,
y no nos dejes ceder a la tentación”.

Y añadió:-Suponed que uno de vosotros tiene un amigo, y que llega a mitad de la noche diciendo: “Amigo, préstame tres panes, que un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”. Y que, desde dentro, el otro le responde: “Déjame en paz; la puerta está ya cerrada, los niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme a dártelos”. Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser amigo suyo; al menos por su impertinencia se levantará a darle lo que necesita.
Por mi parte, os digo yo: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán; porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama le abren ¿Quién de vosotros que sea padre, si su hijo le pide pescado, en vez de pescado le va a ofrecer una culebra? o, si le pide un huevo, ¿le va a ofrecer un alacrán? Pues si vosotros, aun si sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden!

Que la oración cristiana está en crisis es algo que no hace falta demostrar. Los cristianos, casi en desbandada, se han apartado de las prácticas tradicionales de oración: meditaciones, rezos, ejercicios espirituales o retiros. La misma palabra «oración» está devaluada. Rezar, ¿para qué?, se pregunta mucha gente. Más vale hacer más y rezar menos, se oye decir. Junto a este abandono de la oración por parte de muchos cristianos, en este mundo de tanta distracción y ruido está cada vez más en auge retirarse para encontrase con uno mismo y practicar la meditación de influjo budista que ayuda a desarrollar cualidades como la ecuanimidad y la atención plena, la concentración, la tranquilidad, el discernimiento o la perspicacia.

Hoy, para quienes quieren llevar a cabo el mensaje de Jesús, tiene prioridad la acción, la opción por los oprimidos, el amor a los marginados, la lucha por la justicia. Esto es lo específico del cristiano, se suele oír. Lo de rezar está pasado de moda.

Por otro lado, la creciente secularización del viejo y cristiano continente y la politización de los cristianos parecen hacer ineficaz, si bien por diferentes razones, la práctica de la oración cristiana.

A la oración le llegan ataques desde todos los ángulos. Tras Freud, ha sido la psicología quien la ha sentado en el banquillo. Según esta ciencia, ‘la oración es para muchos una creación de su fantasía delirante, o una proyección narcisista de la propia imagen en un pretendido diálogo “yo-tu” que equivale, en realidad, a un diálogo yo-yo, un espejo donde uno se ve, se habla y se responde a sí mismo, o un situarse ante un Dios que castiga toda transgresión e impone la sumisión ante su ley: un diálogo en torno a la culpa, la rebelión-dependencia, los propósitos y conversiones, un suplicio del que se intenta escapar sin resultado, pues ese Dios, especie de “superyo”, persigue al orante de modo implacable para que acabe de rodillas ante él.

Ante tanto ataque, muchos cristianos han abandonado la práctica de la oración y se han lanzado a la vida.

Lo que la psicología dice y lo que el hombre moderno sospecha no está desprovisto de razón ni es del todo nuevo. En el evangelio, Jesús critica distintos modos o métodos judíos de oración, entendida como el narcisismo espiritual del fariseo en la parábola del “fariseo y el publicano”, donde se condena la autoafirmación egoísta de aquél: “Dios mío, te doy gracias de no ser como los demás hombres: ladrón, injusto o adúltero; ni tam­poco como ese recaudador. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que gano” (Lc 18,12-13), o la falta de modestia ante Dios de aquellos que oran en las calles y plazas haciendo de la oración obra de exhibicionismo: “Cuando recéis, no hagáis como los hipócritas, que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse ante la gente. Ya han recibido su recompensa, os lo aseguro” (Mt 6,5) o la de los que reducen la oración a pura palabrería: “Pero, cuando recéis, no seáis palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso” (Mt 6,7), o la instrumentalización opresora de «los letrados, que se comen los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos: “-¡Cuidado con los letrados!… esos que se comen los hogares de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos tales recibirán una sentencia muy severa” (Mc 12,40).

No por ello consideró Jesús que la oración fuese inútil, baldía, vana, o alienante. Todo lo contrario. El mismo aparece orando en los evangelios. Precisamente una vez, al terminar de orar, “uno de sus discípulos le pidió: -Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. El les dijo: -Cuando recéis, decid: Padre, proclámese ese nombre tuyo, llegue tu reinado, nuestro pan de mañana dánoslo cada día y perdónanos nuestros pecados, que también nosotros perdonamos a todo deudor nuestro, y no nos dejes ceder a (la) tentación” (Lc 11,1-5).

Obsérvese que la oración del Padrenuestro, tal y como se reza en la actualidad, lamentablemente está mal traducida (véase tabla al final del comentario):

-Donde el texto actual dice: “santificado sea tu nombre” hemos traducido en consonancia con el significado del verbo “santificar” en el AT: “proclámese ese nombre tuyo”, esto es, que todo el mundo se entere de que el nuevo nombre de Dios es “Padre”.

-En lugar de “venga a nosotros tu reino” pedimos que “llegue tu reinado”; traduciendo de este modo la palabra griega basileía, que puede significar, según los contextos, en que se encuentre “reino, reinado y realeza”; en este caso, le pedimos a Dios que llegue el momento en que se establezca su reinado en la tierra. No tiene sentido alguno que “llegue a nosotros tu reino” como si se tratase de una realidad exterior a nuestro mundo que se implanta en este.

-Donde decimos “el pan nuestro de cada día dánosle hoy” hemos traducido “nuestro pan del mañana dánoslo cada día”. La palabra empleada en griego es epioúsion que significa “del mañana” o “venidero”; Jesús recomienda a sus discípulos abandonar toda preocupación por el alimento necesario (Lc 6,25.31-32) y que no se preocupen del mañana (6,34). Con la palabra epioúsion se indica un futuro diferente del simple “mañana”; “el pan del mañana” alude al banquete anunciado por los profetas para el tiempo final, al banquete mesiánico y lo que se pide es que ese banquete anunciado para el final de los tiempos se anticipe al hoy de la comunidad. Jesús mismo describió su presencia con los discípulos como un banquete de bodas, oponiéndose a la tristeza del ayuno practicado por los discípulos de Juan y los fariseos (Mt 9,14-15).

-Donde rezamos “perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” hemos traducido “perdónanos nuestros pecados, que también nosotros perdonamos a todo deudor nuestro”, pues el perdón del Padre está condicionado al perdón mutuo, expresión del amor. Quien se cierra al amor de los otros se cierra al amor de Dios que se manifiesta en el perdón.

-Y donde se dice “no nos dejes caer en la tentación” hemos traducido “no nos dejes ceder a la tentación”, esto es, haz que no cedamos/caigamos en tentación, sin artículo, pues no se trata de una tentación única y determinada, sino que se alude a las tentaciones de Jesús en el desierto, que deberán superar también la comunidad cristiana.
Con estas palabras trazó Jesús las líneas maestras de toda oración. Lástima que, de tanto recitarlas, las hayamos reducido a pura monotonía. Orar, según Jesús, es dirigirse a Dios como Padre, pedirle que venga su reinado de justicia y amor, y empeñarse en hacerlo presente en nuestro mundo, esperar de él cada día el pan de mañana, sin acumular o acaparar bienes, estar dispuesto a perdonar como garantía del perdón divino y no ceder a la tentación del poder o del triunfalismo. En esto consiste orar.

Pero el evangelio continúa: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán, porque todo el que pide recibe y el que busca encuentra y al que llama le abren”. Y hay que pedir con insistencia como el que va a media noche a pedir pan a su amigo y no cesa hasta que este se levante y se lo dé.

Pero ¿qué hay que pedir? me pregunto yo.

El evangelio no dice lo que hay que pedir, pues no concreta nada, sino que habla en abstracto. Lo único que sabemos es que el Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden. Tal vez esto es lo único que hay que pedir, tal vez estemos equivocados en esto de la oración de petición, porque lo que dice el evangelista que nos dará el Padre del cielo es Espíritu Santo, esto es, la capacidad de amar y de dar vida, para potenciar la vida propia y la de los demás. Esto es lo que habría que pedir –en lugar de cosas materiales- si no queremos equivocarnos en nuestra oración.

***
Nota final
El texto del Padre nuestro en el evangelio de Mateo, Lucas y el que se reza en la actualidad

Mateo 6,9-15Lc 11,2-4 Mateo 6,9-15

Padre nuestro del cielo,

proclámese ese nombre tuyo,

llegue tu reinado,

realícese en la tierra tu designio del cielo.

Nuestro pan del mañana dánoslo hoy

y perdónanos nuestras deudas, que también nosotros perdonamos a nuestros deudores;

y no os dejes ceder a la tentación

sino líbranos del Malo

Lc 11,2-4

Padre,

proclámese ese nombre tuyo,

llegue tu reinado.

Nuestro pan del mañana dánoslo cada día

y perdónanos nuestros pecados, que también nosotros perdonamos a todo deudor nuestro;

y no nos dejes ceder a la tentación

Texto de la liturgia

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nom-bre,

venga a nosotros tu reino,

hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo.

El pan nuestro de cada día dánoslo hoy

y perdónanos nuestras deudas, así como nos-otros perdonamos a nuestros deudores;

y no nos dejes caer en la tentación,

mas líbranos del mal.

Author


Posted

in

,

by

Tags:

Comments

Leave a Reply

Blog at WordPress.com.

%d