Quinto domingo del tiempo ordinario
Primera lectura: Isaías 6, 1-2 a. 3-8
Salmo responsorial: Salmo 137
Segunda lectura: 1 Corintios 15, 1-11
EVANGELIO
Lucas 5, 1-11
POR UNA IGLESIA MÁS ATRACTIVA
6 de febrero de 2022
Excavaciones en Cafarnaun. Al fondo, Santuario – Casa de Pedro.
Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.
Mientras la multitud se agolpaba alrededor de él para escuchar el mensaje de Dios, estando él también a la orilla del lago, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, que pertenecía a Simón, y le rogó que la sacase un poco de tierra. Se sentó y, desde la barca, se puso a enseñar a las multitudes.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:-Sácala adonde haya fondo y echad vuestras redes para pescar.
Simón le contestó:-Jefe, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, fiado en tu palabra, echaré las redes.
Así lo hicieron, y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. Hicieron señas a los socios de la otra barca para que fueran a echarles una mano. Fueron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se postró a los pies de Jesús, diciendo: -Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.
Es que él y todos los que estaban con él se habían quedado pasmados por la redada de peces que habían cogido, y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón: -No temas; desde ahora pescarás hombres vivos.
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Pedro era pescador, estaba casado y residía en la provincia de Galilea, al norte del país, en una aldea llamada Cafarnaún (que significa “aldea de Nahum” o “de la consolación”). Esta aldea fue el lugar elegido por Jesús como centro de su actividad misionera, mientras estuvo como predicador ambulante por Galilea, en la que pasó la mayor parte del tiempo de su vida pública.
La pequeña aldea de Cafarnaún se extendía unos 500 metros a orillas del lago de Genesaret, y se adentraba 250 metros hacia tierra. Lo sabemos por las excavaciones allí realizadas, que han descubierto la planta de una manzana de casas, al estilo de las casas típicas andaluzas, con habitaciones en torno a un patio central, que data del siglo primero de nuestra era. De entre todas estas casas, una fue especialmente tratada con el correr del tiempo, aislada del resto del barrio con un muro, y convertida más tarde, hacia mitad del siglo V, en basílica, para lo que hubo que destruir alguna de las casas que la rodeaban. En el lugar se encontraron 131 inscripciones en diversas lenguas, alusivas todas ellas al carácter venerado de aquella casa. Los arqueólogos la identificaron con mucha probabilidad con la casa de Pedro, donde sitúa el evangelista la curación de la suegra de Pedro y donde Jesús mismo residía.
Cafarnaún está situada junto al lago de Genesaret, o yam kinnéret (lit.: “mar de la lira”), como se le denomina en el Antiguo Testamento hebreo, por tener la forma de este instrumento musical (en hebreo “lira” se dice kinnor, de donde kinnéret o Genesaret). Este lago tiene 21 km. de largo por 11 km. en su parte más ensanchada y 45 metros de máximo de profundidad. Es un lago de agua dulce y rica fauna, que se encuentra a 212 metros bajo el nivel del mar Mediterráneo. Está rodeado de colinas que sólo se interrumpen para dejar paso por el norte al río Jordán, que lo abastece con sus aguas y lo abandona hacia el sudoeste, para seguir su curso hasta morir en el Mar Muerto, al sur del país, otro inmenso lago en cuyas aguas saladas no hay posibilidad de vida.
La escena que refiere el evangelio tuvo lugar en este lago, a cuyas orillas, sentado en una barca, solía enseñar Jesus. Aquel día Jesús dio a Pedro la orden de remar lago adentro y echar las redes para pescar. No sabía que Pedro y su grupo habían estado pescando toda la noche sin éxito. De día, Jesús le ordena echar las redes, y Pedro, fiándose de su palabra, vuelve a la pesca “cogieron tal cantidad de peces que reventaba la red”, hasta el punto de que tuvieron que pedir ayuda a los socios de la otra barca para que fueran a echarles una mano. “Fueron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían”.
Más allá de si esto fue un milagro o no, -aunque las biblias titulan la escena como “la pesca milagrosa”, (tal vez sería más acertado llamarla “abundante”)-, estamos ante un relato altamente simbólico, que está compuesto a partir del relato de llamada de los cuatro primeros discípulos en el evangelio de Marcos (1,16-20). Una versión más desarrollada del mismo se encuentra en el Jn 21,1-11. La metáfora de la pesca de hombres, por lo demás, es un tema recurrente en el Antiguo Testamento. Así en Jeremías (16,16) donde Dios dice: “Enviaré muchos pescadores a pescarlos”; cf. Ez 29,4-5; Am 4,2; Hab 1,14-17).
Lo que resulta claro es que Pedro y sus socios, de noche, esto es, sin Jesús, no son capaces de pescar nada, pero, cuando aparece Jesús –de día- y este les ordena echar las redes, capturan una gran cantidad de peces. El fracaso de los discípulos cuando actúan sin el mandato de Jesús (de noche) se convierte en éxito cuando siguen sus órdenes, aunque no sea el tiempo oportuno (de día). Pasarse la noche al remo sin Jesús no lleva a ninguna parte.
Bonita y extraña escena que tiene un significado simbólico, pues termina prometiendo Jesús a Pedro ser pescador de hombres vivos, esto es, que será un día predicador del evangelio para atraer a los hombres a la comunidad de seguidores de Jesús. La pesca abundante, a nivel simbólico, representa la tarea que Simón Pedro (y los discípulos) tendrán que realizar: arrebatar hombres (= peces) a las fuerzas del mal (= mar), siguiendo la orden de Jesús de echar las redes para pescar (= predicar el evangelio). Con Jesús, la pesca será abundante, aunque la hora no sea apropiada.
Para comprender el significado profundo de esta narración, por tanto, el lector tendrá que realizar una metáfora (palabra que significa “cambio, traslado” de sentido): deberá sustituir pesca de peces por pesca de hombres y echar la red por predicar para atraer hombres a la comunidad de Jesús. Tarea que tendrá éxito sobreabundante si va dirigida por el espíritu de Jesús, patrón de la barca.
Con frecuencia se ha designado a Pedro como el patrón de la barca, pero no olvidemos que Jesús puso a Simón (nombre que en hebreo quiere decir “Dios ha oído” o “el que escucha [a Dios]”) el apodo de “Pedro”, esto es, “piedra”, hoy diríamos “cabeza dura, duro de mollera”, debido al trabajo que le costó entender el modo de ser mesías de Jesús.
A lo largo de la historia se ha asimilado esta barca a la Iglesia, como la barca de Pedro. Pero no. Pedro no es el patrón de la barca-comunidad porque este, una vez que han tenido éxito en la pesca, se dirige a Jesús llamándolo epistátês, palabra que se designa al encargado que tiene autoridad sobre un grupo, y que no debe traducirse por “maestro” (que se dice en griego didáskalos, “maestro”), sino más bien por “jefe”. Los discípulos nunca llaman a Jesús “maestro” en el evangelio de Lucas. De modo que el patrón de la barca-iglesia-comunidad, el jefe a cuyas órdenes tiene éxito la pesca no es Pedro, sino Jesús. El éxito en la misión dependerá de la fidelidad de sus seguidores a las palabras de Jesús. Lo que no siempre ha sucedido.
En el evangelio que hemos leído, Pedro, tras reconocer su condición de pecador, y llamarlo “Señor” (en griego, Kyrios) –ahora sí, no Jefe- queda invitado a convertirse en “pescador de hombres vivos” (el participio del verbo griego dsôgréô, que traducimos por “pescador” significa “pescar o capturar vivo”, o lo que es igual, “para que vivan”).
En la actualidad, esta barca-iglesia de Pedro pasa por malos momentos, atraviesa una profunda noche, está quebrada institucionalmente, como afirma la teóloga española Cristina Inogés, que forma parte de la Comisión Metodológica de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, y que abrió este sínodo el pasado mes de noviembre con una meditación ante los obispos. Esta teóloga en una charla, que puede verse en YouTube, titulada “Sinodalidad, tarea pendiente”, se pregunta: “¿Por qué se llega a este sínodo ahora?”.
Y se responde con estas palabras: “Porque institucionalmente la Iglesia está fracturada, absolutamente fracturada. Benedicto XVI utilizó una vez dos imágenes en un discurso, que no fueron tenidas en cuenta, pero que reflejaban ya perfectamente lo que era la realidad de la Iglesia. Él se refirió a la Iglesia como “viña devastada por jabalíes”, que es una imagen bíblica, pero luego habló de la barca hundida, no de la barca en peligro, sino de la barca hundida”.
Y continúa: “Y es así como estamos. Realmente estamos ya hundidos. No se trata de reflotar la barca. No se trata de hacer una Iglesia nueva, sino de que entre todos aprendamos a ser iglesia o comunidad de comunidades de otra manera. La fractura de la Iglesia viene por muchísimas vías, muchísimas, pero quizás la que más nos llega, la que más ha roto en los medios de comunicación es la crisis de los abusos, que es una parte de los abusos de poder, que han sido de todo tipo a lo largo del tiempo en la Iglesia: sicológicos, espirituales, de conciencia, laborales, abusos sexuales a niños y adultos vulnerables, abusos sexuales de monjas violadas en África y no solo en África (de los que ya se comienza a hablar en el Vaticano)… Estos abusos de poder han llevado a una situación en la Iglesia que es insostenible absolutamente… porque es que realmente y estructuralmente estamos quebrados. Para eso viene este sínodo creado por Francisco”. Hasta aquí esta larga cita al pie de la letra de Cristina Inogés.
A estos abusos de poder se suma ahora En España, para mayor inri, el tema de las inmatriculaciones, dando la jerarquía la imagen de una iglesia depredadora mediante la inmatriculación de numerosos bienes que no está probado que le perteneciesen. Una iglesia comunidad, que hay que reflotar, poniéndola a las órdenes del maestro, haciendo que vuelva al evangelio de Jesús.
Francisco, el papa actual, -por cierto, más amenazado dentro que fuera de la Iglesia-, supone una esperanza para este nuevo modo de ser iglesia, siempre en el caso de que esta reconozca y repare sin ambigüedad su pecado institucional a lo largo de la historia y hasta nuestros días, como lo hizo Pedro, y renuncie, por supuesto, al poder y a sus compañeros de viaje, el prestigio y el dinero.
Solo entonces la tarea de pescar adhesiones para el evangelio resultará mucho más fácil a quienes recibieron la promesa de Jesús de llegar a ser “pescadores de hombres vivos”. Para ello Francisco ha propuesto el camino de la “sinodalidad”, que más bien debería llamarse de la “democracia” en la Iglesia, para que la fuerza esté en el pueblo, en la base, en las comunidades y para que los que están arriba, los mal llamados “jerarcas”, -palabra que, por cierto, no aparece en los evangelios-, se pongan debajo, de modo que no haya nunca más “arriba y abajo”, sino igualdad y fraternidad y sororidad en la Iglesia.
De este modo la Iglesia se volverá más atractiva ante el mundo, porque la imagen oficial que da en la actualidad es un obstáculo para el anuncio de la buena nueva de Jesús.
Nota final:
Como complemento de este comentario, puede resultar interesante el recorrido que hace el autor de este video, el Padre José de Jesús Aguilar Valdés, por las diversas instalaciones de la actual Cafarnaún: excavaciones, casa de Pedro y Sinagoga:
https://www.youtube.com/watch?v=NDMJcoxABiE
En inglés, puede verse este video sobre Cafarnaún, editado por la Custodia de Tierra Santa: “Capernaum, city of Jesus”:
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