Las otras familias…

Fiesta de la Sagrada Familia

Primera lectura: Eclesiástico 3, 2-6. 12-14
Salmo responsorial: Salmo 127
Segunda lectura: Colosenses 3, 12-21

EVANGELIO
Lucas 2, 41-52

LAS OTRAS FAMILIAS…

2 de Enero de 2022

Artesonado de la Iglesia de San José en Nazaret

Nota: Si prefieres oír el texto del comentario que sigue, haz click aquí.

Con frecuencia se presentaba a la familia de Jesús –la Sagrada Familia-, no solo como la familia modelo, sino como el mejor modelo de familia. En ella, cada uno de sus miembros desempeñaba fielmente su papel: el padre, José, la autoridad; María, como cualquier mujer de su tiempo, la sumisión al marido, las tareas de la casa y el cuidado de su hijo. Jesús, como niño, no podía menos que practicar las virtudes de la obediencia y el respeto a sus padres, conformando de este modo un hogar sin conflictos, armónico, casi idílico.

La verdad es que no sabemos de dónde se ha sacado esta imagen de la “Sagrada familia”, pues los evangelios, llamados “de la infancia” (capítulos 1 y 2 de Mateo y Lucas), se limitan a contar las circunstancias en torno al nacimiento del niño hasta su circuncisión (a los ocho dias de nacer) y la presentación en el templo. En estos evangelios hay solo una escena, referida por Lucas (2,41-42), en la que aparece Jesús, a la edad de doce años, entre los doctores. Aparte de esta, nada sabemos del comportamiento de Jesús, ni de sus padres entre ambos periodos de tiempo, y tampoco nada de los años sucesivos previos al comienzo de su “vida pública”. Lo que se nos dice de la Sagrada Familia durante el periodo de la vida llamada “oculta” de Jesús lo sabemos por los evangelios apócrifos que carecen de valor histórico al respecto.

Sin embargo, esta imagen tradicional, pacífica e idílica de la familia de Jesús parece no estar de acuerdo con lo que nos dice el evangelista Lucas, según el cual los padres de Jesús “iban cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando cumplió doce años subieron a las fiestas según la costumbre, y cuando éstas terminaron, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Estos, creyendo que iba en la caravana, al terminar la primera jornada se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; y, como no lo encontraban, volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días lo encontraron por fin en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que lo oían estaban desconcertados de sus inteligentes respuestas.” (Lc 2,46‑47).

Esta fue la primera trastada oficial del preadolescente Jesús; después haría muchas más hasta intentar dar al traste con las ideas mesiánico-políticas de fariseos, saduceos, sacerdotes y sumos sacerdotes, minando la doctrina de aquellos maestros, mostrando su incoherencia y ridiculizándola hasta el extremo, como había anunciado Simeón: “-‑Mira: éste está puesto para que todos en Israel caigan o se levanten; será una bandera discutida…” (Lc 2,34‑35).

El evangelista Lucas, sin embargo, no dice en torno a qué tema o temas giró aquel primer diálogo de Jesús con los “maestros”, llamados así por primera y única vez en su evangelio. Jesús, el que sería “Maestro”, comenzó de alumno. Pero algo parece claro: sus respuestas produjeron desconcierto y extrañeza entre los presentes. ¡Los maestros, los que creían tener “la llave de la ciencia”, desconcertados por las respuestas de un niño de doce años…!

Pero Jesús no sólo desconcertó a los maestros, sino también a sus padres, responsables de su primera educación y transmisores de la educación tradicional en el seno de la familia judía. La pregunta que hace a Jesús su madre y la respuesta de aquel lo presenta como a alguien que no acepta la autoridad paterna: “‑Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira con qué angustia te buscábamos tu padre y yo! El les contestó: -‑¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que yo tengo que estar en lo que es de mi Padre?”

Las traducciones del Nuevo Testamento dicen “¿No sabíais que yo tengo que estar en la casa de mi Padre”, pero la palabra “casa” (en griego oikos u oikía) no aparece en el texto original, casa o templo que, según afirmaría Jesús, se había convertido en una “cueva de bandidos” o en una “casa de negocios”. Jesús estaba más bien “en lo que es de mi Padre” (en griego en tois tou patros mou), esto es, en cumplir su palabra, contenida en la Biblia, palabra que, con frecuencia, sería sustituida por los letrados y fariseos por mandamientos meramente humanos (Mc 7,9‑13).

La respuesta de Jesús a sus padres es la primera intervención hablada de Jesús en el evangelio de Lucas. Denominando a Dios “mi Padre”, Jesús se muestra independiente de José y María, sus padres, transmisores naturales de la cultura y tradiciones religiosas de Israel y rompe con ella.

Pero dice Lucas que ellos “no comprendieron lo que quería decir… María, su madre, conservaba todo aquello en la memoria.” Tal vez algún día llegaría a comprender que su hijo Jesús había venido a desvelar el verdadero rostro de Dios tan distinto del Dios cuya presencia se había reducido al espacio del templo y cuya voz había sido monopolizada por los maestros de Israel, mercenarios de un rebaño al que quitaban a diario la vida. Mientras tanto, a María no le quedaba otra alternativa que “conservar en la memoria todo aquello” y darle vueltas hasta llegar a comprender que su hijo no les pertenecía y que no estaba sometido a otra autoridad que a la de su padre‑Dios.

En esta misma línea actuó Jesús ya de mayor cuando según el evangelista Marcos (3,31-35) “llegó su madre con sus hermanos, y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. Una multitud estaba sentada en torno a él. Le dijeron: ‑Mira, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera. El les replicó: ‑¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en co­rro en torno a él, dijo: ‑ He aquí mi madre y mis hermanos. Quienquiera que lleve a efecto el designio de Dios, ése es hermano mío y hermana y madre”.

Por este texto parece que Jesús tampoco estaba muy a bien con su madre y sus hermanos, que no se dignaron entrar dentro donde estaba Jesús hablando, sino que lo mandaron llamar afuera. Si este es un texto histórico, que no creo que lo sea, tampoco parece ser que las relaciones de Jesús con su familia fuesen muy modélicas. Jesús, en su nueva etapa de vida pública, estaba más bien centrado en reunir una nueva familia, no basada en los lazos de la sangre, convocando a todos los que “cumplen el designio de Dios”, que no es otro, sino el de hacer de este mundo un mundo de hermanos, una verdadera familia, mediante la práctica de un amor sin medida que incluiría a todos los que entonces estaban excluidos por la sociedad.

Sinceramente, creo que dos mil años después no podemos seguir proponiendo a la familia de Jesús, como modelo de familia; en primer lugar porque no sabemos apenas nada del comportamiento interno de los miembros de aquella “sagrada familia” y, en segundo lugar, porque han cambiado los tiempos y en nuestra sociedad han surgido diferentes tipos de familia, que no se adecuan al modelo biparental-con-hijos de la familia tradicional.

La Organización Mundial de la Salud define a la familia como el “conjunto de personas que conviven bajo el mismo techo, organizadas en roles fijos (padre, madre, hermanos, etc.), con vínculos consanguíneos o no, con un modo de existencia económico y social comunes, con sentimientos afectivos que los unen y aglutinan”. Si nos atenemos a esta definición no hay más remedio que afirmar que existen hoy otros tipos de familia, más o menos aceptados por la sociedad, muy distintos y distantes del hasta ahora considerado tradicional de hace 50 años o más, y no digamos ya de tiempos de Jesús:

-Se encuentran, en primer lugar, la familia hasta ahora tradicional biparental, formada por el padre, la madre y los hijos, familia en la que pensamos de primeras cuando pronunciamos esta palabra; pero existe también desde siempre, como tipo de familia aceptada, la biparental sin hijos, porque o los cónyuges han decidido no tenerlos por diversas razones personales, o por motivos de infertilidad de uno o de dos de sus miembros, que no han querido o no han podido solucionar médicamente su esterilidad. Nadie pone en duda que estas parejas constituyan una verdadera familia.

-Se da también el caso de familias de acogida temporales o definitivas, formadas por una pareja o un único adulto con uno o más niños a su cargo hasta que llegue el momento de que estos sean devueltos a su familia biológica o de ser adoptados definitivamente.

-Existe, además, el tipo de familia que podemos llamar extensa, muy propia de países menos desarrollados o de otros desarrollados como Japón, formada por varias generaciones de miembros de la misma familia que conviven bajo el mismo techo: abuelos, padres e hijos. Estos son tipos de familia más o menos aceptados ya como normales dentro de nuestra sociedad.

Hay, sin embargo, otros tipos de familia, que todavía encuentran serias dificultades para ser aceptadas como tales:

-La familia reconstituida o compuesta, formada por la unión de varias familias biparentales en las que, tras un divorcio, los hijos viven con su madre o su padre y con su respectiva nueva pareja; los miembros de esta nueva pareja pueden tener otros hijos propios a su cargo, así como tener nuevos hijos surgidos de esta segunda unión.

-La monoparental formada por una pareja homosexual (de dos hombres o dos mujeres) con uno o más hijos;

– La familia monoparental o mono-marental, formada por un único adulto –hombre o mujer- con hijos a su cargo, aunque este tipo de familia parece a muchos que es una familia “incompleta”, por faltar uno de los dos cónyuges. (En España, no obstante, hay ya más del 10% de hogares de este tipo). Son algunos tipos de familias ya al uso.

A la vista de tanta diversidad de hecho de tipos de familia, quienes formamos hoy parte de la sociedad –seamos o no creyentes – no podemos seguir aferrados solamente al tipo de familia tradicional, biparental con hijos o sin ellos, rechazando al resto de familias, y deberemos plantearnos seriamente cuáles son las razones que pueden justificar estos nuevos tipos de familia. Y dado que no sabemos cuáles eran los valores que regían la convivencia dentro de la Sagrada Familia, debemos aceptar estos nuevos modelos de familia en la medida en que se dé entre sus miembros el amor, el respeto, la unión, la armonía, el cuidado y ayuda mutuos, valores humanos que también lo son de los seguidores de Jesús, que vino a formar una nueva familia a partir de todos aquellos que cumplen el designio de Dios.

Si con el tiempo los tipos de familia han cambiado, lo que queda claro es que son estos valores los únicos que pueden justificar los nuevos tipos de familia en cuyo seno pueden encontrar los hijos su pleno desarrollo humano.

Pero eso sí, en esto de “cumplir el designio de Dios” sí que es modelo la “Sagrada familia” según los evangelios: los padres de Jesús (José, obedeciendo la voz del ángel; María, con su “sí” al mensaje divino), y Jesús mismo, ocupándose “en lo que es de su Padre”.


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